miércoles, 31 de octubre de 2018

En defensa de Maduro, por Laureano Márquez

En defensa de Maduro, por Laureano Márquez


Toca hacerlo.  Como nadie ha salido en su defensa, este servidor  se siente convocado por la injusta agresión del llamado “chavismo originario” (en lo sucesivo, chao) en contra del susodicho. La principal acusación que le hacen es la de haber traicionado el legado del comandante,  cuyos postulados y obra son la quinta esencia del llamado chao. Nada más distante a la verdad. Para fundamentar mi deducción –y mi defensa–, me ceñiré de manera estricta a la llamada lógica aristotélica. Partamos de la premisa mayor: ¿qué es el chao? La respuesta la podemos ofrecer resaltando los rasgos esenciales de este chavismo originario:
  • Destrucción del Estado de Derecho: para tal fin, además de quebrantar la legislación vigente sobre la cual llegó al poder y que nunca juró cumplir, el chao construyó un nuevo edificio jurídico a la medida de sus necesidades de sometimiento de toda disidencia que se pudiera presentar. Se aniquiló así la división de poderes y se hizo del poder judicial un órgano servil, a las órdenes del comandante.
  • Aniquilación de la democracia: desde los tiempos del famoso primigenio “kino Chávez”, el chao  construyó un sistema electoral que procuraba hacer mermar la representación de todo aquel que se opusiera. Para ello, se construyó progresiva y sistemáticamente un sistema electoral  que fue conducido -hábil y gradualmente- del ventajismo sistemático al fraude abierto y descarado.
  • Persecución a la disidencia: todo aquel que se opuso al chao, fue perseguido, expulsado de puestos de trabajo en el Estado. ¿Se acuerdan del famoso pito y de los 18 mil?, ¿se acuerdan de “dojo dojito”?, ¿se acuerdan de la lista Tascón? De la persecución se pasó al encarcelamiento, con juicios amañados, con una fiscalía parcializada que encarcelaba opositores y declaraba locos a los que levantaron su voz: ¿se acuerdan de Franklin Brito?
  • Represión brutal de la oposición: de la persecución a la disidencia, el chao  pasó a la represión y encarcelamiento de líderes opositores. ¿Se acuerdan de “me le echan gas del bueno”?, ¿de la jueza Afiuni, cuya prisión fue ordenada por “el galáctico”? La lista de violaciones a los derechos humanos es demasiado larga y estos escritos tienen limitaciones de espacio. Solo hagan ustedes memoria.
  • Silenciamiento de medios: el chao cerró medios de comunicación (¿se acuerdan de RCTV?), amenazó a los que no cerró, persiguió periodistas, los encarceló,  compro periódicos y canales de TV, demandó a otros hasta quebrarlos, les negó el papel, y tantos etcéteras.
  • Destrucción del aparato productivo: para lograr tal fin, el chao expropió empresas (¿recuerdan el “¡exprópiese!”?), acorraló a sectores productivos con regulaciones destructivas, sometió y subordinó la voluntad política de  la población a través del control de la distribución de alimentos, persiguió productores, destruyó progresiva y sistemáticamente todo aquello que cayó en sus manos.
  • Corrupción desenfrenada: el chao, según uno de sus propios exponentes, se robó una tercera parte de los ingresos que entraron al país. Seguramente sus cifras son manipuladas a favor, pero démoslas por ciertas. Eso es mucho dinero. Ese es el dinero y el delito que hoy sanciona y persigue la comunidad internacional.
Establecida la premisa mayor en esta breve reseña de lo que es el chao, vayamos a la premisa menor: ¿cree usted que el susodicho reúne todos y cada una de los postulados y acciones que caracterizan la esencia del chao, más allá de los accidentes? Respondida esta pregunta en la intimidad del pensamiento de cada quien, toca concluir lo que la lógica del maestro griego ordena, más allá del conveniente autolavado de conciencia: ergo, no solo es el más conspicuo, claro y honesto representante del chavismo originario, sino que cuidado y si no es, incluso, como dice el dicho: más papista que el propio Papa (con el perdón de Franciscus), es decir el único exponente del auténtico chao, por algo fue ungido.
Se le atribuye a Aristóteles la frase “Amicus Plato, sed magis amica veritas” (soy amigo de Platón, pero más aún de  la verdad). Eso asegura Ammonio en su obra “La vida de Aristóteles”, pero para nuestros fines, podríamos revertir la frase llegando una similar conclusión a la inversa, partiendo  de la misma lógica aristotélica: soy enemigo de Platón, pero más enemigo soy de la mentira.

martes, 30 de octubre de 2018

Discurso de Sir Alan Duncan en la Conferencia de Chatham House sobre América Latina 2018

Desde la Embajada Británica en Caracas, queremos hacerle llegar el discurso sobre Venezuela que pronunció el Ministro de Estado para las Américas de la Cancillería británica, Sir Alan Duncan, en la Conferencia de Chatham House sobre América Latina 2018 el pasado 25 de octubre.

Atentamente,

Gonzalo Aguilera | Jefe de Asuntos Políticos/Head of Political Team | Embajada Británica Caracas/British Embassy Caracas

Discurso de Sir Alan Duncan en la Conferencia de Chatham House sobre América Latina 2018 


El Ministro de Estado para las Américas de la Cancillería británica, Sir Alan Duncan, pronunció un discurso sobre Venezuela en la Conferencia de Chatham House sobre América Latina 2018.

Es un placer estar aquí hoy para hablar sobre América Latina, y un honor estar en tan buena compañía. El Reino Unido está expandiendo su alcance y actividad en la región. Un buen ejemplo de ello es la evolución de nuestra relación con CAF - Banco de Desarrollo de América Latina, cuyo Secretario General, Victor Rico, inauguró el evento de hoy.

El Reino Unido quiere ser un socio cercano en la próxima etapa del desarrollo de América Latina. Nos ha impresionado el éxito económico en países como Chile, México, Colombia y Perú, y en economías más pequeñas como República Dominicana y Paraguay. Las políticas basadas en el libre comercio y en una mayor apertura económica han contribuido a un crecimiento estable y al auge de una creciente clase media.

También estoy encantado de estar compartiendo esta plataforma con Jorge Faurie, y me gustaría registrar aquí el fuerte apoyo del Reino Unido a la agenda de reforma y al plan de estabilización económica del Presidente Macri, y a la determinación de las autoridades argentinas de enfrentar los desafíos actuales para alcanzar la estabilidad económica a largo plazo. Durante los últimos dos años nuestras relaciones con Argentina han mejorado dramáticamente, queremos que continúen en esa dirección.

Esas son las buenas noticias. Sin embargo, hoy quiero enfocar mis comentarios sobre un país que ofrece un fuerte contraste: Venezuela. Haré esto porque es un Estado fallido que presenta la crisis económica y humanitaria más profunda que haya sido creada por el hombre en la historia moderna de América Latina. Su impacto negativo, vívidamente ilustrado por el éxodo de más de dos millones de personas que han huido a otros países, representa un desafío sin precedentes para la región. Quiero tomarme el tiempo de preguntar cómo llegó Venezuela hasta acá, y qué puede hacerse al respecto.

No podemos hablar sobre Venezuela sin comprender el papel central que ha jugado el petróleo desde inicios del siglo veinte. Venezuela fue uno de los miembros fundadores de la OPEP. En 1961, un reporte del  predecesor de Chatham House, el Real Instituto para Asuntos Internacionales, destacó que “durante el último cuarto de siglo, Venezuela ha sido una de las economías más dinámicas en el mundo”. Las décadas de los sesenta y los setenta vieron al país disfrutar de una relativa estabilidad política y uno de los PIB per cápita más altos de la región.

Pero, fue también un período que vio a Venezuela hacerse cada vez más dependiente del petróleo, de una forma que atrofió el potencial de desarrollo en otros sectores de su economía. Incluso el para entonces Ministro de Petróleo, Juan Pablo Pérez, se refirió al petróleo como el “excremento del diablo”, haciendo referencia al desperdicio, la corrupción y la deuda que frecuentemente se asocian a este recurso natural. Conforme los gobiernos sucesivos se hicieron adictos al petróleo, y el precio fluctuó, las décadas de los ochenta y los noventa vieron a Venezuela dar tumbos hacia adelante y hacia atrás entre la prosperidad y la debacle.

Esto no fue sorprendente, dado que el petróleo llegó a representar casi tres cuartos de los ingresos totales por exportaciones de Venezuela, mientras que simultáneamente la política económica era mal administrada y los gobiernos no fueron capaces de implementar un cambio estructural. Cuando el precio del petróleo cayó a $9 por barril en 1999, por supuesto que los venezolanos estaban listos para un cambio. Durante este periodo de turbulencia económica, el sistema bipartidista tradicional perdió su credibilidad. Hugo Chávez, un populista “ajeno” al sistema que desafiaba el estatus quo, parecía ofrecer algo nuevo.

Para comenzar, lo que ofreció parecía funcionar. Sus políticas iniciales podían caracterizarse como relativamente moderadas y ortodoxas en un sentido amplio, un modelo mixto que no era hostil hacia el capital extranjero. Buscó incrementar los ingresos ordinarios no procedentes del petróleo, reducir el tamaño del sector público e invertir en proyectos de capital. Introdujo incentivos para estimular la inversión privada y usó el crecimiento económico para reducir la desigualdad a través de una mejor distribución de la renta petrolera. Por supuesto, contó con la ayuda de un agudo incremento de los precios del petróleo, a más de $100 por barril para mediados de 2008. Así que, en sus primeros años, la economía venezolana estaba en una forma razonable, con un PIB que aumentaba, una reducción del desempleo y un déficit fiscal estable. Cifras de la Naciones Unidas sugieren que los niveles de pobreza en Venezuela se redujeron a la mitad entre 1999 y 2012.

Lamentablemente, estas estadísticas relativamente positivas enmascaraban problemas estructurales más profundos que la ideología cada vez más radical de Chávez, su arrogante “Socialismo del Siglo XXI”, estaba empeorando significativamente. Incluso en los “buenos tiempos”, el gasto superaba los ingresos, y entre 2001 y 2011, Venezuela y la compañía estatal petrolera PDVSA emitieron alrededor de $50 mil millones en deuda nueva a tasas de interés cada vez más altas. Luego vino lo inevitable: desequilibrios fiscales llevaron a la devaluación, la cual llevó al incremento de los precios.

Para controlar la inflación, Chávez introdujo controles de cambio y controles de precios, sobrevalorando el Bolívar frente al Dólar y reduciendo la competitividad de las exportaciones no petroleras. La mayor radicalización política, que incluyó la expropiación de compañías extranjeras, empezó a ahuyentar a los inversionistas extranjeros y a animar a la clase media a invertir en otros lugares o a buscar trabajos fuera de Venezuela, inclusive mientras el consumo interno parecía estar en pleno auge.

Para 2012, Chávez estaba dirigiendo una economía que era volátil e inestable, con alta inflación y una moneda sobrevalorada. Dependía cada vez más de una industria petrolera cuya producción estaba cayendo, a pesar de un período inusualmente largo de altos precios mundiales del petróleo. Era ineficiente e insostenible. En resumen, Chávez había malgastado los enormes ingresos petroleros que pudieron haber construido un éxito económico duradero.

Seamos muy claros sobre esto: el colapso económico fue totalmente autoinfligido.  La podredumbre que había comenzado bajo Chávez, se asentó más profundamente bajo el régimen de Maduro. PDVSA fue destruida por la injerencia política y el despido de miles de expertos petroleros competentes.

La mala gestión llevó a la reducción de la producción petrolera a la mitad mientras caía el precio del petróleo. La hiperinflación se asentó a medida que los controles a las importaciones y las tasas de cambio fijas disminuyeron el abastecimiento de bienes. El gobierno imprimió dinero para financiar sus déficits. El mercado negro creció y el resto de la economía colapsó.
Los controles de cambio y de precios crearon enormes desequilibrios económicos, que a su vez generaron incentivos masivos para la corrupción y las actividades ilegales, pero lucrativas, dentro de los círculos de gobierno. De acuerdo al Financial Times, el gobierno venezolano recibió un billón de dólares en ingresos durante el auge de los precios del petróleo entre 2003 y 2012, de los cuales se dice que $300 mil millones fueron robados o malversados.

En noviembre de 2017, los niveles insostenibles de deuda forzaron al gobierno a no pagar los intereses correspondientes a dos bonos soberanos, y eso llevó a un default acumulado que alcanzó actualmente los $6 mil millones. El hinchado sector estatal ha exprimido lo que quedaba del sector privado. Lo que quedaba de los sectores manufactureros y agrícolas internos ha sido destruido o expropiado.

A pesar de que el gobierno venezolano practica el engaño estadístico, como todos los regímenes autoritarios que quieren ocultar el impacto negativo de sus políticas, sabemos que las exportaciones se han reducido a la mitad desde 2008. La deuda se ha triplicado. El PIB ha caído en un tercio.

Esta decadencia económica se ha traducido en una profunda miseria para la mayoría de los venezolanos. El poder adquisitivo de cualquier ciudadano que no se encuentre entre los pocos privilegiados que pueden manipular las distorsiones de precios y los múltiples tipos de cambio ha sido destrozado por niveles de hiperinflación que no se veían en América Latina desde los ochenta.

El costo social de esta mala gestión económica es duro. Para 2014, las tasas de pobreza habían regresado a sus niveles de 1999. De acuerdo con la ONU, actualmente más de cuatro quintos de la población venezolana está en la línea de la pobreza. Los pobres son más pobres, están más expuestos a las enfermedades y son más vulnerables a la desnutrición que en cualquier otro momento desde los noventa.

De todos los estratos sociales, los que pueden se van. Más de 2.3 millones de venezolanos se han refugiado en el extranjero – 1.6 millones desde 2017, de acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones. Alrededor de 5,000 personas cruzan diariamente el puente en un solo puesto fronterizo, Cúcuta en Colombia. Esta es una de las crisis migratorias más grandes que haya enfrentado América Latina. Su escala es comparable a lo que ha ocurrido en Yemen o Siria, y es una inversión trágica de la generosidad mostrada por Venezuela a los refugiados e inmigrantes de otras partes de América Latina durante el último siglo.

Además de causar daño en su propio país, Maduro también es acusado de permitir que grupos armados ilegales y bandas criminales se refugien en Venezuela. Esto incluye a disidentes de las FARC que se rehusaron a participar en el proceso de paz de Colombia, y también al ELN, otro grupo guerrillero que está librando una campaña brutal de violencia en las comunidades vulnerables. Maduro también ha avivado tensiones con imprudentes incursiones militares a lo largo de las fronteras con Colombia y Guyana.

El doble crimen de Maduro es que su destrucción de la economía ha sido seguida por el socavamiento sistemático de la democracia. Ahora vemos una creciente represión política bajo Maduro, a medida que el régimen busca asegurar que su círculo interno continúe disfrutando del acceso exclusivo a las rebanadas de un pastel económico cada vez más pequeño. Para lograr esto, es necesario excluir a otros. Maduro no deja espacio para una democracia genuina, ni espacio para desafíos políticos por parte de una oposición libre. Durante los últimos dos años, hemos visto la manipulación de una elección tras otra, culminando en mayo pasado con unas elecciones presidenciales que pocos fuera del mismo gobierno consideraron libres y justas.

También hemos visto un esfuerzo sistemático por ignorar e intimidar a la Asamblea Nacional, la cual fue elegida en 2015, en unas elecciones que fueron la primera gran derrota electoral del Chavismo. La oposición política aseguró la mayoría con 56% de los votos en un contexto de altos niveles de participación, en una clara señal de que los venezolanos no querían seguir al régimen hacia el camino ruinoso por el que Maduro y sus secuaces deseaban llevarlos.

La victoria de la oposición amenazó a la cleptocracia facilitada por el Estado del modelo de Maduro. Así que él confeccionó una Asamblea Constituyente artificial, totalmente carente de legitimidad democrática, que se creó para cumplir las órdenes del régimen. Y vimos un esfuerzo sistemático por socavar o controlar lo que quedaba de las instituciones democráticas de Venezuela, incluido el poder judicial, las autoridades electorales nacionales y los gobiernos locales. Lo que queda es un régimen corrupto y autoritario que preside una economía en bancarrota.
Recientemente, nos conmocionó la muerte del político opositor Fernando Albán, mientras se encontraba detenido por el servicio de inteligencia venezolano SEBIN. También por la detención ilegal del diputado de la Asamblea Nacional, Juan Requesens. Estos son síntomas, junto con la reciente represión brutal de las manifestaciones en Venezuela, de un gobierno cada vez más intolerante que recurre a la represión para aferrarse al poder.

No tenía que ser así. Hay muchos otros países en desarrollo y de  ingresos medios en el mundo, que también dependen del petróleo u otro recurso natural, los cuales han continuado creciendo. Chile depende en gran medida del cobre. Colombia depende sustancialmente del petróleo, y además sufrió un conflicto interno devastador durante décadas. Sin embargo, ambos han mantenido el crecimiento y han mostrado resultados impresionantes en su desarrollo social y económico, incluso durante la reciente desaceleración económica en América Latina. Mirando hacia otras regiones, los países del Golfo han resistido el impacto de precios más bajos del petróleo desde 2014, debido en gran parte a las grandes reservas financieras que acumularon durante los buenos tiempos.

En años recientes, las bajas tasas de interés en las economías avanzadas han impulsado niveles récord de flujos de capital hacia los mercados emergentes. Venezuela, con sus gobiernos ideológicos y una economía mal administrada, perdió por completo esta oportunidad.

Una catástrofe hecha por el hombre requiere soluciones hechas por el hombre, y preferiblemente que se originen en Venezuela. Esto requeriría una actitud diferente, y quizás de diferentes personas al timón. Venezuela puede regresar a políticas económicas sensatas, con el apoyo de organizaciones regionales e internacionales como el Banco de Desarrollo de América Latina, el FMI o el Banco Mundial.

Venezuela puede revertir la fuga de cerebros al atraer nuevamente la riqueza del talento disponible en la diáspora venezolana. Puede rescatar a PDVSA de su colapso aprovechando la experticia de un sector internacional de petróleo y gas que está listo para trabajar con un país que tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo y depósitos de gas substanciales. El resurgimiento de la industria petrolera será un elemento esencial en cualquier recuperación y puedo imaginar que compañías británicas como Shell y BP querrán ser parte de ello.
También se requerirá de consenso político, no polarización; un gobierno transparente, no engaños patrocinados por el Estado; y la voluntad de escuchar a quienes no están de acuerdo con el gobierno, en vez de perseguirlos por disentir.

En noviembre de 2017, la Unión Europea acordó por unanimidad un régimen de sanciones. Hemos impuesto medidas selectivas a 18 altos funcionarios responsables de abusos contra los derechos humanos y de socavar la democracia y el Estado de derecho. Siempre hemos dejado claro que estas medidas pueden levantarse, tan pronto como el gobierno de Venezuela corrija esta situación. Continuamos trabajando de cerca con la Unión Europea y socios regionales e internacionales. Instamos al gobierno venezolano a sostener negociaciones serias y creíbles con la oposición; respetar las instituciones democráticas; garantizar elecciones libres y justas; y liberar a todos los presos políticos. Hacemos un llamado a respetar la libertad de los medios de comunicación y los periodistas que trabajan en Venezuela.

En una respuesta sin precedentes, los vecinos regionales de Venezuela han solicitado una investigación ante la Corte Penal Internacional sobre las acusaciones de crímenes de lesa humanidad. Han citado más de 8,000 ejecuciones extrajudiciales, 12,000 arrestos arbitrarios y la detención de 13,000 presos políticos.

La estabilidad y la recuperación económica no se lograrán de la noche a la mañana. Requerirán uno de los mayores rescates financieros internacionales de todos los tiempos y una enorme movilización de recursos internacionales. El Reino Unido está listo para desempeñar su papel. Nuestro compromiso con Venezuela es histórico: se remonta al nacimiento de la República a principios del siglo XIX, cuando brindamos más apoyo diplomático y material que cualquier otra potencia extranjera al Gran Libertador, Simón Bolívar. Las compañías británicas tienen una larga historia de inversión en el desarrollo económico de Venezuela y siguen comprometidas a continuar invirtiendo cuando las condiciones sean las adecuadas.

Por supuesto, preferiríamos una solución venezolana, pero esto se ha convertido en una crisis regional que requerirá una respuesta regional y global concertada. La situación necesita una intensificación de la presión externa.

Respaldamos totalmente a los países del Grupo de Lima en sus esfuerzos por buscar una solución regional a la crisis.

Seguiremos apoyando el régimen de sanciones de la Unión Europea y consideraríamos nuevos regímenes junto a nuestros socios internacionales. Todas las opciones permanecen abiertas.

Esto debe incluir, espero, una determinación de los estados caribeños que reciben petróleo venezolano suministrado por Petrocaribe para resistir la influencia inapropiada sobre sus políticas exteriores. Por el momento, estamos comprometidos en trabajar con las agencias de las Naciones Unidas, con la Unión Europea y con los vecinos de Venezuela para ayudar a mitigar el impacto humanitario de una crisis que desborda las fronteras del país.

Hoy he pintado una imagen sombría de un rincón de la extraordinaria región que conocemos como América Latina. Lo he hecho, en parte, para resaltar el contraste con lo que está sucediendo en otros lugares.

Deberíamos celebrar, por ejemplo, la creciente resiliencia de la democracia latinoamericana, como muestran las exitosas transiciones democráticas este año en Colombia, Perú, México, Chile, Paraguay y, en breve, Brasil. Debemos alabar el creciente compromiso de la región con el libre comercio, que ofrece maravillosas oportunidades para el Reino Unido mientras salimos de la Unión Europea. También debemos reconocer, a pesar de algunas excepciones, la adopción por parte de América Latina de políticas que reflejan las preocupaciones basadas en valores liberales de una población cada vez más educada: desde la intolerancia a la desigualdad y la corrupción, al apoyo a los derechos LGBT y la generosidad hacia los inmigrantes, de la cual los venezolanos que huyen de su país son beneficiarios notables.

Desde que William Hague, como Canciller británico, lanzó la Agenda Canning en 2010, el Reino Unido ha tratado de aumentar su inversión, su atención y su foco en América Latina. Esta es una política consistente, una política de acercamiento y asociación, la cual continuaremos construyendo una vez que hayamos salido de la Unión Europea. Como Viceministro para Europa y las Américas, ese es un compromiso que me complace reafirmar con ustedes el día de hoy.


FIN


Gonzalo Aguilera | Jefe de Asuntos Políticos/Head of Political Team | Embajada Británica Caracas/British Embassy Caracas
Email: gonzalo.aguilera@fco.gov.uk |  Cel: +58 414 119 3054 | Tel: +58 212 319 5816 |  FTN: 8390 5816 | Fax: +58 212 319 5801 |  www.fco.gov.uk   www.ukinvenezuela.fco.gov.uk




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lunes, 29 de octubre de 2018

Lorent Saleh, preso y torturado cuatro años por el chavismo: "Buscaban anular todos mis sentidos"

Lorent Saleh, preso y torturado cuatro años por el chavismo: "Buscaban anular todos mis sentidos"

ENTREVISTA


El venezolano Lorent Saleh, durante la entrevista en Madrid. ANTONIO HEREDIA

Hijo único de una humilde costurera soltera de origen palestino, a los 20 años se convirtió en activista por los Derechos Humanos en su país, Venezuela. El chavismo lo encarceló y torturó cuatro años, hasta que el pasado 12 de octubre aceptó trasladarlo a España. En 2017 fue distinguido con el Premio Sajarov. Esta es la primera entrevista que concede a un periódico ya como un hombre libre.
Pregunta.- Ha estado cuatro años preso en Venezuela. Más de la mitad, en un lugar siniestramente llamado La Tumba. ¿Qué es La Tumba?
Respuesta.- La Tumba es un centro de tortura. Está ubicado cinco pisos bajo tierra, en un edificio del centro de Caracas llamado Plaza Venezuela, sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional. Es un laboratorio creado para la aplicación de un tipo muy particular de torturas. Un lugar sofisticado, moderno.
P.- ¿Moderno?
R.- Muy moderno. La gente no lo sabe. Sólo ha visto imágenes de El Helicoide, el otro gran centro de tortura del régimen chavista.
P.- Un lugar sórdido.
R.- El Helicoide es lo criollo, el garrote, la costilla rota, el bate. Es la secuela de la decadencia de lo que una vez fue la cuarta República venezolana. El edificio es viejo y su interior es sórdido, sí. Plaza Venezuela es distinto. La institución es la misma, pero la estética y los métodos son diferentes. La Tumba es la tecnología y la tortura psicológica. Todo brilla. Todo es limpio y blanco. El silencio es absoluto; la soledad es completa. Parece un manicomio futurista. El Helicoide es el hacinamiento, el mal olor, las cucarachas y las ratas. La Tumba son los espejos, las cámaras, las paredes blancas. Se huele perfectamente el tufo extranjero.
P.- ¿Cubano?
R.- Ruso-cubano. No es Venezuela. El venezolano rompe costillas. No te saca la sangre antes de un interrogatorio para debilitarte. No te expone a la tortura blanca.
P.- ¿Qué es la tortura blanca?
Lorent Saleh hace una larga pausa mientras mira de reojo hacia su madre, que está sentada a unos metros, junto a la ventana. Espera que ella abandone la habitación. Luego se sienta en una silla, con las manos cogidas a la espalda.
R.- ¿Diría usted que estoy siendo torturado?
P.- No...
R.- A mí me tomaron una foto así. Cualquiera hubiera dicho: "No está tan mal Lorent". ¿Pero qué pasa a las 12 horas de estar en esta posición, con las manos esposadas y una intensa luz blanca en la cara? ¿Y a las 24? ¿Y a la semana? Extenuado. Destruido. Haciéndome todo encima. Los mecanismos de protección y garantías de los derechos humanos han evolucionado en los últimos 70 años, pero menos que los métodos de tortura.


Lorent se pone de pie. Levanta un brazo a la altura del hombro y lo coloca sobre una estantería, como si lo tuviera atado.
R.- Esposado así. Soportando chorros de agua sobre el cuerpo cada hora. La luz blanca, siempre blanca... Luego la corriente eléctrica... Los golpes. Te rodean las muñecas de tirro -papel periódico con cinta adhesiva- para que las esposas no dejen marca. Lo mismo en la cabeza. Y esto en mi caso. Se cuidaban de no dejar huella. Buscaban métodos alternativos a la violencia a palos, porque no les convenía. A otros presos directamente les rompían las costillas y los dejaban morir.
P.- Lo trasladaron a La Tumba desde Colombia. El ex presidente Santos afirmó en una entrevista a El Mundo que la suya había sido una extradición legal.
R.- Juan Manuel Santos, Nobel de la Paz, me secuestró y me entregó en un pacto con Maduro.
P.- ¿Por qué?
R.- Primero, porque yo llevaba tiempo denunciando su complicidad con la dictadura. El proyecto personal de Santos -el acuerdo con las FARC y el premio Nobel- chocaba con la causa de la democracia en Venezuela. Santos necesitaba complacer a Maduro, que además lo tenía bajo chantaje a través de la guerrilla. Las FARC, el ELN y los grupos narcoterroristas con los que Santos buscaba un acuerdo forman parte del régimen venezolano. Maduro tenía la capacidad de tumbar el proceso de paz. En segundo lugar, yo llevaba tiempo trabajando en Colombia sobre un asunto incómodo para Santos en ese momento: la ocultación de víctimas de las FARC. Durante el proceso de paz, nadie hablaba de los asesinados, los secuestrados, los desaparecidos. Mi ONG, sí. Las dos cosas se sumaron y Santos me entregó. No fue una extradición ni una deportación. Nunca hubo orden de captura de un tribunal venezolano ni una solicitud de Interpol. Nunca me presentaron ante un tribunal en Colombia. Nunca compareció un fiscal. No me permitieron defenderme. Santos me secuestró y me entregó a sabiendas de lo que me pasaría.
P.- Lo llevaron a La Tumba.
R.- Cuando llegué me desnudaron. Me fotografiaron. Me raparon. Me pusieron un traje color caqui. Y empezamos a cruzar puertas. Gruesas. Blindadas. Hasta llegar a una sala cubierta de espejos y cámaras. Todo estaba limpio, impoluto. Sentí el poder. Absoluto. Totalitario. Atravesamos dos pasillos estrechos. Puertas y más puertas. De pronto oí un rugido, como de una turbina. La descompresión. Y luego otra puerta. La abrieron. Y entramos. Parecía el cuarto de refrigeración de un matadero. Había sólo siete calabozos. Todos vacíos. Me metieron en uno y cerraron las rejas. Miré a mi alrededor. La celda era pequeña, de dos metros por tres. Había una cámara en el techo, que seguía todos mis movimientos. Un timbre. Un colchón sobre una lámina de cemento. Y dos potes, uno para beber agua y otro para orinar. Y pensé: Uhhhhh...
P.- Uh...
R.- La sensación de haber sido aplastado por el Estado en su mayor expresión de violencia y terror. Literal y figuradamente. Escuché el ruido del Metro sobre mi cabeza. Pensé en toda esa gente, esos viajeros más o menos despreocupados. Me dije a mí mismo: "Ninguno de ellos sabe que yo estoy aquí, debajo, enterrado en un sarcófago blanco". Y también: "Jamás saldré vivo de este agujero". En un lugar así, ni siquiera hace falta que te pongan un dedo encima. Tú deseas que te golpeen.
P.- ¿Deseaba que le golpearan?
R.- Espere. Necesito terminar la descripción. El frío. Glacial. Lo utilizan para encogerte. Para que no puedas moverte. Para reducirte a una lámina de piel. Para jibarizarte. Para que sepas que el individuo, tú, no vales nada. Por más que te hayas preparado para algo así, y los activistas venezolanos en Derechos Humanos estamos preparados, te hundes. Yo empecé a llorar.
P.- ¿Cómo sobrevive un hombre en esas condiciones dos años?
Lorent Saleh levanta una pierna y golpea el zapato contra el suelo, dos, tres, cuatro veces.
R.- Esto es lo que hacen: pisarte, pisarte, pisarte. Pero no matarte. Eso es lo peor. No te matan. Te dejan ahí para poder levantar el zapato y mirarte y reírse. ¿Me explico?


P.- Sí, por eso con más motivo le pregunto: ¿cómo sobrevivió?
R.- Mi madre dice que me robaron cuatro años de vida. Yo creo que no. Ni me los robaron ni los perdí. El tiempo no se detuvo. Yo entré en la cárcel con 26 años y salí con 30. Lo que aprendí no me lo quita nadie.
P.- ¿Qué aprendió?
R.- El poder de la contemplación. El valor de lo esencial que parece invisible. Los periodistas y los políticos quisieran que yo hablara de otras cosas. Pero para mí esto es lo fundamental. ¿Cuánto vale el color verde? ¿Y el azul? Yo estuve en un sarcófago blanco, como un ciego, meses y meses. ¿Y cuánto vale la conciencia del tiempo? No es que yo no supiera si era de día o de noche. Es que no sabía si había dormido una hora o diez. ¿Y qué valor tiene un espejo? Cuando no te ves la cara durante mucho tiempo te olvidas de cómo eres. La primera vez que me vi en un espejo tuve un 'shock'. Me palpé, susurré... "Éste soy yo". El cielo no es cualquier cosa. El sol, la luna, la lluvia, las estrellas... tampoco. Unos zapatos. Una silla. Yo peleé tanto, como un loco, para conseguir cosas que a cualquiera le parecerían irrelevantes. Hice una huelga de hambre de 18 días para que me dieran un reloj. La Defensora ¡del Pueblo! me decía: "¿Dónde está escrito que un reloj es un derecho humano? ¿Dónde dice que debamos dejarle una mesita?".
P.- Algunas cosas consiguió.
R.- Sí, aunque luego me las quitaban. Me gusta leer y escribir. Octavio Paz y Borges son mis autores favoritos. Recuerdo cuando por fin me dieron un lápiz. Gastado. Como un tapón. Y una hojita. ¡No quería que se acabara nunca! Escribía con letra diminuta. La giraba. Buscaba rinconcitos blancos donde seguir escribiendo. El valor de las cosas... Fui sometido a una técnica de aislamiento celular. Su objetivo es anular, uno a uno, todos los sentidos del preso, hasta que ya no sabe si está vivo o muerto. ¿Y sabe usted cuál es la única forma de averiguarlo? El dolor. Por eso quieres que te golpeen. Y por eso te golpeas a ti mismo. Contra el suelo. Contra los barrotes. Contra lo que sea. Buscando la sangre. Porque solo la sangre y el dolor te reafirman en que sigues existiendo.
P.- Usted intentó suicidarse.
Lorent Saleh se arremanga la camisa y estira el brazo izquierdo. Dos gruesas cicatrices cruzan sus venas.
R.- Lo intenté cuatro veces. Pero ahí entró en juego algo distinto. Llevaba más de un año en La Tumba. Sabía que el régimen no iba a soltarme y que yo no iba a ceder. Y tomé una decisión: mis carceleros ya no dormirían tranquilos; no verían relajadamente la televisión mientras yo estuviera ahí. Y así lo anuncié: "Yo estoy dispuesto a matarme. Y si me mato ustedes van a ir presos. Y a sus jefes les dará igual. Los sacrificarán como insectos". No era un: "¡Oh, ah, quiero morirme!". Al contrario. Era mi último recurso. Como una huelga de hambre, pero más fuerte. Porque ellos debían saber que iba en serio. Mis intentos de suicidio fueron una forma de desafío a la dictadura.
P.- Se cortó las venas.
R.- La primera vez intenté guindarme.
P.- ¿Guindarse?
R.- Sí, colgarme. Con una sábana. Pero me vieron a través de la cámara. Entonces tuve que diseñar otra estrategia. Al baño siempre debía ir acompañado de un funcionario. Cuando por fin permitieron que me afeitara empecé a simular el mayor sometimiento. Para que cogieran confianza conmigo y bajaran mínimamente la vigilancia. Y así me fui llevando a mi celda trocitos de cuchilla de afeitar. Hasta que un día, de madrugada... A partir de entonces, un funcionario tuvo que dormir en mi celda cada noche. Con un ojo medio abierto, aterrado. Una noche intenté colgarme de las rejas. Mi carcelero se despertó y se abalanzó sobre mí para salvarme ¡y salvarse! Otro día, volviendo del baño, le cerré la puerta en la cara. Le dije: "Estoy cansado. Se acabó". Y me volví a rajar. A los dictadores hay que desafiarlos. Para que sepan que no son dioses. Que también pueden sangrar y llorar y sufrir. Y que sus abusos tienen un coste, no sólo para los demás. Ésa es la verdadera resistencia: el desafío.
P.- ¿En su caso, cuál era el objetivo concreto de las torturas?
R.- Que denunciara a Antonio Ledezma, María Corina Machado, Leopoldo López o Álvaro Uribe. Con Uribe tenían una obsesión. Y yo era la pieza que les faltaba en su delirante narrativa: Colombia, los paramilitares, la oposición venezolana, los gringos. Algo parecido le ocurrió a Joshua Holt, un mormón americano con el que coincidí en El Helicoide. Lo detuvieron simplemente por ser catire -rubio- de ojos azules. El enemigo yanqui... Reforzaba su relato.


P.- Después de dos años y medio en La Tumba, fue trasladado al Helicoide.
R.- El cambio fue difícil. Yo estaba acostumbrado al silencio y a la soledad. El Helicoide era ruido, mugre, hacinamiento, depravación. Presos políticos y opositores se mezclaban con presuntos corruptos y 200 presos comunes. Me enfermé.
P.- ¿Cómo es El Helicoide?
R.- El Helicoide es la pura expresión del Estado mafioso. Ahí reina la extorsión, sobre todo económica. A niveles que nadie es capaz de imaginar. Hay presos que han llegado a pagar 200.000 dólares a cambio de una celda un poco mejor. Sus familias se han endeudado, y sus hijos y sus nietos. Y luego están los corruptos, reales y presuntos. El SEBIN sabe que Fulano tiene dinero. Le montan un expediente simulando un hecho punible, igual que a los presos políticos. Lo secuestran. Lo encierran. Lo torturan. La familia de Fulano no tiene adónde denunciar, claro, porque es la propia policía la que lo tiene secuestrado. Y entonces le dicen: "Venga, Fulano, paga tanto". Y Fulano paga.
P.- Y ellos lo llaman "lucha contra la corrupción".
R.- Es la peor corrupción. Y es endémica. Para el Gobierno tiene dos ventajas. En plena ruina económica, le permite pagar a los funcionarios esbirros. Y al mismo tiempo garantiza que le serán férreamente leales. Si cualquiera de estos funcionarios decidiese un día hacer lo correcto, bastaría recordarle su historial para que volviera volando al redil criminal. Así funciona el sistema de terror en Venezuela. Y por eso yo no podía demostrar la más mínima debilidad.
P.- ¿Otros sí lo hicieron?
R.- Yo he visto a hombres arrodillarse para que les golpearan. Y lo peor -lo más terrible y estremecedor-, he visto a hombres no hacer nada frente al sufrimiento de otros hombres. He visto presos colgados tres días de una reja. Crucificados. Y a otros presos pasar a su lado, como si nada. He visto a reclusos prestarse para maltratar a otros reclusos, creyendo que así evitarían ellos ser maltratados. Y eso no sucedía, claro. También era maltratados. Y más todavía. Porque nadie, ni sus carceleros ni sus compañeros, confiaba ya en ellos. Es tan enfermo, tan trágico: ver al ser humano en su estado más elemental y miserable. Como el judío que lleva a otro judío al horno. Eso ha conseguido el chavismo, la deshumanización más abyecta.
P.- No sé qué decir.
R.- Déjeme que lo diga yo. Unos se acostumbran a golpear, someter, torturar. Pero lo peor es que otros se acostumbran a ser golpeados, sometidos, torturados. Es como el elefante bebé, al que atan de una cadenita con un clavo al suelo. Y el elefante crece y se hace inmenso, pero sigue ahí, encadenado. Porque no sabe que le sobra fuerza para romper la cadena con un solo movimiento. El ser humano es así. Es el animal más doméstico. En El Helicoide tratan a los presos peor que a los perros y la mayoría lo soporta.
P.- ¿Usted nunca se sometió?
R.- Sí. Una vez callé. Y fue el peor día de mi estancia en la cárcel. De mi vida. Una mañana desperté escuchando el llanto de un hombre rogando clemencia. Y luego un golpe seco. Y otro. Y al mismo tiempo la risa del torturador. Me fui hacia los barrotes de mi celda. Nadie decía nada. Sentí asco. Empecé a llamar al funcionario, temblando de miedo. Y el funcionario apareció. Con una naturalidad absoluta. Llevaba la gota de sudor en la frente. Jadeaba. Tenía una sonrisa en la cara. Me preguntó, amable: "¿Cómo estás, Lorent? ¿Qué necesitas?" Y me hundí. La gota, su respiración agitada de tanto golpear, y esa sonrisa... Era un funcionario al que yo había creído incapaz de hacer algo así, distinto a los demás. ¿Cómo podía ser tan cruel con otro hombre y tan amable conmigo? ¿Cómo digerir eso? No supe qué decirle. Regresé al fondo de mi celda, como un perro. Esa noche tuvieron que doparme. Había destruido el calabozo. Me había dado golpes contra las paredes. Lo había roto todo. Nunca más callé. Pero no me perdono haber callado ese día. Fue una traición. A ese hombre. A mí mismo. A mi causa.
P.- También aprendió.
R.- Muchas veces, para justificarse, los funcionarios decían: "Éstos a los que golpeamos son presos comunes, delincuentes". Y aunque lo fueran, ¿qué? Como si el hecho de que una persona sea un criminal te diera a ti el derecho a dejar de ser humano. Ahora bien: ¿torturar es de humanos? Piénselo... Yo creía que no lo era. Pero quizá estaba equivocado. El hombre no es un buen salvaje. Rousseau se equivocó. El socialismo y el comunismo también, claro. Por cierto, ¿por qué el nazismo está prohibido y el comunismo, no? ¿Lo ha pensado alguna vez?
P.- Muchas veces... Usted protagonizó el motín de El Helicoide.
R.- Sí, sé que las imágenes tuvieron un impacto mundial. El motín se veía venir. Fue la acumulación de muchos factores: las extorsiones, las torturas, el secuestro de menores de edad... Muchachos de 16 años hacinados en una celda. Yo no lo podía soportar. Y El Helicoide explotó. Y se demostró lo que le comentaba hace un momento, con la metáfora del elefante. El ser humano tiene una fuerza impresionante, sólo que no lo sabe. Nosotros volamos todas las rejas de ese maldito lugar. Tomamos todas las cámaras de seguridad. Yo destrocé los tres candados de mi celda con mis propias manos. Los funcionarios vieron eso y huyeron. Ese día descubrieron que ellos también sangran, aunque no sufrieron un rasguño. Ese día se dieron cuenta de que ahí había hombres, no insectos. Lo mismo ocurre con la sociedad.
P.- Después del motín, tres grupos de presos fueron liberados. Usted no.
R.- Yo tuve que asumir el castigo del motín y fue sumamente duro. Vi cómo eran liberados todos mis compañeros, activistas y presos políticos. Dos personas que se despiden a través de las rejas, el calor humano dividido por el frío del acero. No es fácil, no. Cuando sueltas la mano y te quedas solo... Te agarras la cabeza, esperas el latigazo del huracán y al mismo tiempo piensas: ¿por qué él sí y yo no, cuando tengo más derecho, cuando llevo más tiempo? Y te sientes un miserable por pensarlo. Y llegas a la conclusión de que Dios no existe o que no le importa. Y entiendes que sólo hay una salida para soportar lo que viene: asesinar cualquier esperanza de salir en libertad.


P.- ¿Cómo lo hizo?
R.- Renunciando a todo. A lo más importante, incluso al amor a la familia. Yo soy liberal, de derechas y católico. Pero en esos momentos hubo dos cosas que me ayudaron especialmente. Estudié el budismo como forma de desprendimiento. Y empecé a leer los discursos de Pepe Mujica [el ex presidente de Uruguay]. Mandela es la referencia universal de cualquier preso, pero su tiempo y circunstancias me son ajenas. Mujica, en cambio, estuvo 13 años preso en una cárcel llamada precisamente La Tumba. Y leer sus textos era como leer mi mente. Sobre todo una frase suya, que hago mía: "Descubrí qué tan duro grita la hormiga". Es decir, el valor de la contemplación. De la concentración en los detalles más ínfimos como forma de supervivencia.
P.- A usted lo liberaron pocos días después de la sospechosa muerte del concejal Fernando Albán, que cayó del décimo piso de Plaza Venezuela. ¿Cree usted que lo mataron?
R.- Sospecho que lo lanzaron ya muerto, aunque lo mismo daría si se hubiera tirado él. También sería una víctima directa de la dictadura. Yo estuve en ese mismo piso 10, junto a esa misma ventana, y conozco la desesperación que podría llevar a un hombre a saltar.
P.- ¿Por qué ha sido liberado?
R.- Se ha especulado mucho sobre los motivos. Hasta se ha dicho que fue gracias al ex presidente Zapatero. Es falso. Zapatero no tuvo nada que ver con mi liberación. Yo soy libre por un cúmulo de factores. El primero, la lucha de mi madre. Luego, la presión de los periodistas, cuando ni siquiera los políticos querían hablar de mi caso. El trabajo de mis abogados. El apoyo del Parlamento Europeo, que el año pasado me concedió el Premio Sajarov. El debilitamiento del propio régimen. Y la ayuda de muchos países, incluida España.
P.- No guarda rencor.
R.- No. La necesidad de venganza es otra forma de servidumbre. Además, mi celda no está vacía. En las cárceles chavistas aún quedan muchas personas inocentes por las que debemos luchar y fuera, un país entero por reconstruir.
P.- ¿Cómo?
R.- Los venezolanos se sienten derrotados. Yo no voy a decirles, como hacen algunos: "Ya estamos cerca del final, falta poco". Ni falta poco ni será fácil. Es y será difícil. Y, además, tiene que serlo. De pequeños nos decían que las cosas que valen la pena no se consiguen sin esfuerzo y sacrificio. Y esto por lo que estamos luchando vale la pena. De hecho, es lo más valioso que tenemos. Es la democracia y es la libertad.
P.- ¿Qué es Venezuela hoy?
R.- Un Estado terrorista. Definitivamente. El régimen de Maduro se sostiene mediante el pánico, la violencia y el hambre. El hambre no es la mera consecuencia de un mal gobierno. Es una estrategia, y de las más efectivas, de sometimiento. El régimen tiene que subyugar a los venezolanos porque ya es incapaz de convencerles. ¿Cómo lo hace? Aprovechándose de su nobleza y profunda vocación democrática. Así se lo comenté al presidente Sánchez.
P.- ¿Qué le dijo?
R.- Le dije: "Mire, presidente: yo vengo de la línea más radical de la oposición y jamás se ha valorado como opción la lucha armada. Si se hubiese planteado, la mitad de los líderes chavistas estarían bajo tierra. Millones de venezolanos han preferido incluso el exilio antes que la confrontación. El pueblo es pacífico. El que sí es terrorista es el Gobierno".
P.- ¿Y qué le contestó?
R.- Me dijo que también lo entiende así.
P.- ¿Y le pidió usted algo concreto?
R.- Le insistí en la importancia de las sanciones. Es falso que las sanciones perjudiquen a la gente, como ha dicho Zapatero. Al revés. El pueblo agradece que se castigue a sus torturadores. Pero, además, veamos las cosas más allá de Venezuela y sus víctimas. ¿Cómo no vamos a sancionar a criminales de este calibre? ¿Qué mensaje estaríamos trasladando al mundo? Que a máxima crueldad, máxima impunidad. También le hice al presidente Sánchez otra reflexión: no es la oposición venezolana la que debe exigir la rendición del régimen. Deben hacerlo España y las demás democracias del mundo. Son ustedes los que tienen que decir: "Hasta aquí. Ya no más. Basta".