jueves, 19 de octubre de 2017

Lo que sobra y lo que no ÁNGEL OROPEZA / @ANGELOROPEZA182

Lo que sobra y lo que no

ÁNGEL OROPEZA / @ANGELOROPEZA182

Así como hay dos formas básicas de organización social, por consenso o por imposición, para cambiar las cosas solo hay dos caminos, el de la política y el de la violencia. La violencia es simple, porque se trata solo de destrucción. La política es compleja, porque supone construir.

En la política existe un amplio rango de herramientas de lucha: organización popular, presión internacional, movilizaciones, diálogo con el adversario, trabajo electoral, docencia social e incorporación de la ciudadanía.

En la Venezuela de nuestros días, la inmensa masa humana que se opone al modelo militarista de dominación lo hace desde varios frentes, tan disimiles como la propia naturaleza diversa de los venezolanos. Así, la oposición se expresa por igual en el tortuoso camino de las conversaciones con el gobierno, en las luchas de calle, en las protestas de las comunidades, en la lucha organizativa de los partidos políticos, en el combate y creatividad de los movimientos estudiantiles, en la presión internacional, en la pelea de los diputados por cambios institucionales, y en el trabajo –callado y sin estridencias– hacia dentro de los movimientos populares y de acompañamiento a las luchas ciudadanas.

Todas las modalidades de la lucha política son complementarias e incluyentes. Todas son elementos valiosos de una misma ecuación. Y así como a nadie le sobra un ojo porque ya tiene uno, o renuncia a un pie porque la mano es más importante, en política ningún instrumento puede ser dejado de lado porque se prefiera otro. Demonizar o criticar la utilización de alguna de las herramientas, sea por desconfianza, por veleidades emocionales, o por una concepción superficial y simplista de la complejidad política, es contribuir al debilitamiento y eventual fracaso de esta y, por ende, al peligro de que en su lugar irrumpa la opción violenta.
Ante la disyuntiva de respetar el elemento mínimo de cualquier democracia que son las elecciones, o violar la Constitución al impedirlas u obstaculizarlas, para detener una segura y aplastante derrota, el gobierno optó por lo último. 

Frente a esto, la estrategia de la oposición es tratar de combinar la necesaria presión de calle con acciones políticas que terminen por deslegitimar al gobierno y aglutinar al país en torno a una propuesta creíble y viable de cambio. El objetivo es generar una crisis de gobernabilidad, de la cual –como todas las crisis de este tipo– solo se sale por elecciones.

Para el éxito de esta estrategia no sobra ninguna de las herramientas de la política. No sobra, por ejemplo, la presión popular, sin la cual el costo de contarse seguirá siendo para la oposición muy superior al de no hacerlo. Ni tampoco sobran las conversaciones, con las cuales se busca fundamentalmente afrontar esta complicada y desigual fase de la batalla política acompañados de un testigo de excepción y de ascendencia insuperable, como el Vaticano.

¿Qué sobra? Sin lugar a dudas, al menos dos cosas. Primero, la crónica desconfianza en el liderazgo democrático, hija dilecta de la primitiva antipolítica que, entre otras cosas, nos trajo a Chávez y a su modelo. Esa desconfianza infantil que confunde errores con traiciones, que solo habla de “colaboracionismos” o arreglos de trastienda, y que ve en cualquier opinión distinta una deslealtad, exactamente como lo hacía el fallecido expresidente.

Y, en segundo lugar, sobra la tentación del voluntarismo estéril. Nunca como ahora es conveniente recordar que el éxito político requiere, siguiendo a Weber, de tres cualidades decisivamente importantes: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura. Y que la política “se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo” (Max Weber, Politikals Beruf, 1992). Uno de nuestros retos cruciales de hoy es precisamente cómo conseguir que vayan juntas la pasión y la mesurada frialdad. Porque, de nuevo, el país requiere de una solución y no tan solo de un desenlace.


miércoles, 18 de octubre de 2017

Manuel Acedo Sucre



6 h · 
Comparto con ustedes un artículo que escribí anoche para medios electrónicos:
El agarrar aunque sea fallo
Se dice que es el gobierno y no la MUD el responsable de lo que vivimos en estas últimas horas. Estoy de acuerdo. Ciertamente, quien hizo fraude fue el gobierno; quien nos quitó las gobernaciones, el gobierno; quien administra las migajas de democracia que nos tira de vez en cuando, el gobierno; quien nos desgasta eficazmente haciéndonos pelear por esas migajas, el gobierno, y, finalmente, quien nos lleva a su terreno para sostenerse en el poder con nuestra participación en elecciones que no tienen salida, también es el gobierno. Nadie duda que el gobierno sea el enemigo y esto no se debe perder de vista. Tampoco se debe descalificar a una institución como la MUD que, mal que bien, se ha anotado una serie importante de logros a lo largo de su difícil existencia. Una vez tomada la decisión de participar en las elecciones regionales, yo voté, llamé a votar y critiqué a quienes llamaron a no votar, y esta crítica la mantengo. Pero eso no significa que la decisión de concurrir a las regionales haya sido acertada. Atacar a la MUD por convocar a votar es innecesario e irrelevante a estas alturas. Pero cerrar los ojos y pretender que la MUD no se equivoca, que la unidad no comete errores y defender toda decisión de la MUD porque el enemigo es el gobierno y porque la MUD es infalible, es un despropósito. La MUD no es ni puede verse como una religión. Es la propia MUD la que pierde cuando se ahoga o se descalifica la crítica. Con esto lo que se logra es impedir cambios de rumbo que necesariamente se deben discutir, hasta con el objeto de preservar la propia MUD. Pero veamos qué pasó.
Fuimos a votar por varias razones muy concretas y repetidas hasta la saciedad por el liderazgo de la MUD. Razones no carentes de lógica y expuestas con convicción, vehemencia y hasta asomos de sorna. La primera razón: para preservar y conquistar espacios, en este caso, las gobernaciones. Ganaríamos 23 gobernaciones —se decía—; no, no seas agalludo, digamos que 19; no, mira, 17; ¡ah!, seamos magnánimos, 15; no, 14; con 14 estamos bien, además, serán las principales: Miranda, Zulia, Carabobo, Lara… No vamos a regalar espacios. Ni idiotas que fuéramos. ¿Pero qué obtuvimos? Con el 80% de la población en contra del gobierno sólo obtuvimos 5 gobernaciones (a lo mejor 6) y perdimos varias fundamentales, como Miranda, Carabobo y Lara. Si el motivo de ir a votar era preservar y conquistar espacios, no regalar nada, ¿lo logramos?
¿Qué son 5 gobernaciones? Pues, muy poco. Un numerito que se viste muy fácil de derrota. Pero es peor, un numerito que se neutraliza sin ningún esfuerzo. Le es tan, pero tan fácil al gobierno hacerlo, que ya empezaron. Mire usted; si, usted; sí, gobernador electo, usted; jure aquí, frente a la Asamblea Nacional Constituyente; sí, esa misma, esa que Maduro se sacó de la manga para desplazar a la Asamblea Nacional y para consolidar la dictadura sin tapujos y con poderes absolutos, en la violación más burda de la Constitución que jamás se haya visto en los últimos 60 años; esa ANC que el pueblo rechazó en un plebiscito convocado por usted mismo, gobernador electo, en medio de 160 muertos que se oponían a los desplantes dictatoriales de Maduro; esa ANC que usted y la MUD dijeron que jamás reconocerían, como tampoco lo harían los países serios de la comunidad internacional, a instancias suyas, gobernador electo; sí, mire, jure aquí que se somete a ella; es más, quizás le mejoro el juramento: jure usted lealtad absoluta a la ANC, que la va a obedecer y que si no cumple con este juramento lo sacamos de ahí. Si no jura, no toma posesión; si jura e incumple, también lo sacamos. Y ya ve, eso se lo puedo hacer cada vez que me dé la gana, aunque jure. Si no es ahorita, pues después. Además, si jura y hace todo lo que yo le digo, sus mismos adeptos le perderán el respeto. Se convertirá en uno de los nuestros, sin decirlo. Y fíjese en la importancia de lo escuálido del numerito, el de los 5 gobernadores. Justamente porque son 5 nada más —y no 23, ni 19, ni 16— es que nos sale tan fácil hacerles todo esto, neutralizarlos de entrada. Un número más grande de gobernadores, una acción de neutralización más masiva, hubiera sido otra historia. Ahora pregunto yo: con los 5 gobernadores, tan cómodamente neutralizables, ¿logramos preservar, conquistar y no regalar espacios?
También fuimos a votar aupados con argumentaciones contradictorias, desarrolladas alrededor del fraude. Voten —se dijo al electorado—, que si participamos no puede haber fraude; voten para que el gobierno tenga que hacer fraude; voten para que quede en evidencia que el gobierno sólo puede ganar con fraude. Esto último, que estaba más que claro antes de las elecciones —las encuestas eran lapidarias—, probablemente continúa siendo absolutamente cierto. Pero ¿quedó más claro ahora? ¿Logramos algo más concreto que bailar alrededor de una verdad de Perogrullo? Con haber participado en estas elecciones, ¿podemos decir algo más allá de lo que ya se sabía? ¿Acaso podemos demostrar contundentemente el fraude? ¿Hay elementos nuevos, específicos, que nos permitan ubicar y determinar con precisión la forma que tomó la trampa? No lo sé. Lo viejo lo sabíamos: el obsceno y corrupto ventajismo del gobierno en combinación con la grotesca complicidad del CNE, para comprar voluntades y hacer cada vez más cuesta arriba la participación de la oposición, todo lo cual estaba tácitamente aceptado. Pero ¿apareció algo nuevo, lo que nos permitiría decir que con estas elecciones sí dejaríamos evidencia directa, concreta y contundente del fraude, si nos lo hacían?
Lastimosamente, algunos de los elementos novedosos con los que se facilitó el fraude electoral los conocimos durante el proceso y los aceptamos: el adelanto intempestivo y arbitrario de la fecha de las elecciones, con el atropellamiento en que debieron transcurrir las negociaciones y las primarias para la escogencia de los candidatos de la MUD; la abreviación de los procesos de auditoría pre-electorales; el desconocimiento grosero de los mecanismos para hacer valer las sustituciones y retiros de las candidaturas, después de las primarias; las reubicaciones de los centros de votación, hechas a última hora y sobre muchos de los centros en que tradicionalmente vota mayoritariamente la oposición. Esto, sin duda, afectó los resultados electorales. Pero la aceptación de estos impresentables trucos electorales antes de la votación, aunque fuera a regañadientes, impide que puedan alegarse con la fuerza suficiente para denunciar el fraude. Los sabías, no te retiraste, fuiste a las elecciones. Pareciera entonces que lo verdaderamente nuevo fue la mejor organización del gobierno, en confabulación con el Plan República y con el CNE, para operar centros electorales, sin presencia de testigos de la oposición, creando votos u obligando a los electores a sufragar por los candidatos oficialistas. Se sabe que hay centros a los que la oposición no llegó o de donde fue expulsada, en los cuales las cifras de votos oficialistas no guardan relación con patrones históricos o demográficos creíbles. Esto es algo que el gobierno venía haciendo desde antes, sólo que ahora lo hizo bastante mejor. Ahora bien, la participación en este proceso electoral, justificada por la MUD en parte para desmontar o dejar en evidencia el fraude electoral propiciado por el gobierno, ¿sólo aportó como explicación —más allá de lo que se sabía y había sido aceptado— que la confabulación entre el gobierno, el Plan República y el CNE estuvo mejor montada? Mi impresión inicial es que no aparecerán elementos nuevos, ni de una contundencia definitiva. En definitiva, nada que hubiera podido evitarse con una mayor presencia de representantes de la MUD en centros electorales a los que no llegaron, se les impidió llegar o de donde fueron expulsados bajo amenaza o por la fuerza. Pero esto, que tampoco es que sea novedoso y que sólo se diferencia de prácticas anteriores en que estuvo mejor organizado y fue masivo, no me parece que aporte mucho. Entonces, regresemos a los argumentos esgrimidos originalmente para ir a votar: ¿logramos que con la participación no hubiera fraude? ¿Logramos forzar al gobierno a hacer fraude para identificarlo, precisarlo y denunciarlo, más allá de lo obvio? Me temo que no.
Una conclusión preliminar es que la decisión de ir a este proceso —llevado hasta el final, bajo condiciones mucho peores que las aceptadas para elecciones anteriores— no cumplió satisfactoriamente con lo que se deseaba y se esgrimía como argumentos para participar, pues no se ganaron espacios significativos y sostenibles en términos de gobernaciones y tampoco se aportaron elementos nuevos y no aceptados previamente por la MUD, que desnudaran de forma efectiva el fraude que a todas luces cometió el gobierno. Pero más allá de que no se logró lo que se planteó como justificación para acudir a votar, hay que preguntarse por la información que manejaba la MUD para decidir. Algo que no se previó, ocurrió. Algo falló. La MUD apostó toda su capacidad de convocatoria para llamar a votar en unas elecciones en las que los estratos de mayor tendencia opositora no fueron a votar en números suficientes. La MUD probablemente sobrestimó su capacidad de convocatoria y subestimó la habilidad del gobierno para poner trabas al ejercicio legítimo del voto por parte de la oposición y para quedar solo en centros de votación en los que posiblemente se produjo el fraude más efectivo, más extendido y más complejo de denunciar. Los resultados de las elecciones hablan por sí solos. La MUD, entonces, pareciera que se equivocó al decidir que la oposición participara en las recientes elecciones de gobernadores. En mi opinión, se trata de una equivocación de buena fe, sobre temas de una complejidad extrema, e influida por los procesos internos de toma de decisiones, que impidieron reaccionar a las jugadas adelantadas de algunos de sus miembros. Igual, el resultado de la decisión fue muy negativo, y hay que preguntarse cómo queda la MUD después de las elecciones.
¿Tiene la MUD, después de estas elecciones, más autoridad que antes? ¿Tiene la misma capacidad de convocatoria y la misma credibilidad? Si mañana Maduro llama a elecciones presidenciales adelantadas, ¿no está la MUD más debilitada para manejar el proceso e inspirar a la gente en el sentido de que sí se puede derrotar electoralmente al régimen? Independientemente del fraude gubernamental, la sumatoria de los votos para los candidatos oficialistas y para los candidatos de la oposición, lo que se conoce como el voto popular, también favoreció al gobierno. Esto significa que, si se replican estos resultados en una contienda electoral por la presidencia de la República, podría resultar ganador el candidato oficialista. Hipotética y algo injustamente podría hasta llegar a decirse que la MUD aceptó ir a unas elecciones regionales bajo unas condiciones que, si se estuviera eligiendo presidente, hubieran reelecto a Maduro. Visto de este modo, la MUD tiene que apartarse radicalmente del concepto popular de agarrar aunque sea fallo, tiene que aceptar la merma en su capacidad de convocatoria y tiene que adoptar el principio de no acudir a elecciones bajo las condiciones en que aceptó ir a las regionales.
Pero ¿cómo quedó el gobierno después de estas elecciones? Fortalecido. Las ganó bajo condiciones toleradas o aceptadas por la MUD, bajo el criterio de agarrar aunque sea fallo. ¿Que lo logró orquestando un fraude de magnitudes sin precedentes? Sí, pero un fraude dividido entre herramientas de fraude que la MUD toleró o aceptó, o que la MUD no logró impedir, identificar o precisar para ser denunciados de una forma contundente. Queda el gobierno, además, bien posicionado para llamar a elecciones municipales o para adelantar las presidenciales bajo esas mismas condiciones. Y, peor aún, queda habilitado para poner a la MUD en la misma encrucijada: agarrar aunque sea fallo, aceptando las condiciones del gobierno, o abstenerse y dejar que el gobierno arrase con todo.
Este dilema se encuentra ahora a flor de piel: ¿se juramentan los gobernadores electos ante la ANC? ¿O se abstienen, quedando probablemente impedidos de tomar posesión de sus cargos? Se va haciendo ya costumbre que surjan los que juegan adelantado y parece que los gobernadores electos por una tolda política van a transarse por el agarrar aunque sea fallo. Probablemente harán la comedia de decir que juramentarse ante la ANC no es someterse a ella. Y cuando los presionen más hasta convertirlos en unos de los suyos, dirán que se dejan presionar por la patria, que mejor para la oposición es estar allí que no estar, hasta que queden mimetizados con la burocracia roja rojita.
Se encuentra entonces la MUD ante esta realidad y tiene sólo dos opciones: la primera, agarrar aunque sea fallo, permitiendo que los gobernadores electos se dobleguen y reconozcan la ANC, que es el instrumento a través del cual actúa y pretende legitimarse la dictadura, como reiteradamente lo ha denunciado la MUD dentro y fuera del país; y la segunda opción, que es tratar de recuperar su credibilidad actuando en consonancia con lo que le ha pedido la misma MUD al pueblo cuando lo llama a votar y organizarse en contra la ANC. No se trata de un dilema principista, es una cuestión de estrategia. La MUD no quedó muy bien parada con el agarrar aunque sea fallo que inspiró su comportamiento en las tristes elecciones para gobernadores del 15 de octubre de 2017. El gobierno quedó mejor parado. La estrategia no puede ignorar esta realidad.
Aclaro que estas opiniones vienen de alguien que respeta a la MUD, a su liderazgo y a su trayectoria, alguien que admira la capacidad de organización de la MUD y la mística con que trabaja para cada elección; pero alguien que piensa que la MUD es perfectible y que en su capacidad de oír y procesar la crítica constructiva, como lo ha hecho en el pasado, está su fortaleza y nuestro futuro.

Manuel Acedo Sucre
17 de octubre de 2017

Suicidio electoral - Charito Rojas

opinión

Suicidio electoral

18 octubre, 2017
“Guarda silencio ante el Señor y espera en El. No te alteres cuando veas que los perversos se salen con la suya. En el tiempo exacto, en el lugar preciso, cuando todo parezca perdido, Dios mostrara Su poder y todo va a estar bien”. Salmos, 37,7.
La oposición venezolana está hoy en su propio muro de los lamentos. Achacándose culpas, desorientados por lo que se creyó iba a ser un rotundo triunfo y resultó en un petardo con causas conocidas y culpables identificados. Mientras, el oficialismo celebra un triunfo ganado con ventajismo, arbitrariedades e impudicias, conductas ya conocidas y practicadas con anterioridad pero esta vez sobrepasando límites de legalidad y decoro.
Agotada por cuatro meses de sangre y fuego en las calles, con la protesta aún gritando en las gargantas, se convoca a un “plebiscito”, sin valor vinculante pero con un efecto mediático altamente estimulante y provechoso para la oposición. El gobierno responde pasando sobre la constitución y la voluntad de los venezolanos instalando una constituyente fraudulenta que solo representa al chavomadurismo. Pero el golpe anímico sobre la oposición fue devastador, así como los dimes y diretes sobre diálogos entre el gobierno y la MUD y las oferta de hora cero que nunca se concretó. Aprovechando esta desazón de la oposición y la crítica creciente a la MUD, el gobierno actúa como un solo bloque, convocando unas elecciones de gobernadores a través de la ANC, obedecidas por el CNE, protegidas por los militares, respaldadas por el TSJ.
La campaña, como siempre, tuvo amplia ventaja para los candidatos del régimen. Las páginas web de organismos públicos se llenaron de publicidad electoral de los suyos; la asistencia de los empleados públicos -aun los que estaban de vacaciones- era obligatoria para actos de campaña. La red de televisión y radio que pertenece al Estado venezolano transmitió la campaña de los candidatos rojos 24×7, violando la norma con la bendición de las rectoras. La red de autobuses rojos dejaron de prestar servicio al público para ser transporte permanente a los actos de campaña. El dinero fluyó para engrasar todos los ejes que se resistieran.
Confiados en los extraordinarios resultados de las parlamentarias de 2015, donde la oposición sacó el 67% de los votos contra el 33% del oficialismo; en la abrumadora concurrencia del plebiscito, donde 7 millones y medio se manifestaron en contra del gobierno; y sobre todo en el masivo apoyo nacional e internacional contra Maduro, la MUD decidió concurrir a esas elecciones para demostrar una vez más que la oposición es mayoría, con la seguridad de que el mapa de Venezuela se pintaría de azul.
Ganar las gobernaciones debió ser punto de honor para la oposición democrática. Y sin embargo, no lo fue. Pesó mucho más el pesimismo (“nos van a hacer trampa”, “ de todas maneras ellos no van a gobernar”), la crítica a la dirigencia ( “la MUD nos traicionó”, “están negociando”, “congelaron la protestas por unos carguitos de gobernadores”), los abstencionistas (“dictadura no sale con votos”, “no vamos a legitimar la ANC”) y las disputas entre miembros de uno y otro partido, que afectaron la campaña, el discurso, la participación en las mesas.
El CNE para lavarle la cara a la ANC, dijo acatar su orden de celebrar unas regionales, cuando han debido hacerlo en diciembre pasado. El medalaganismo se extendió a la convocatoria, los partidos tuvieron que inscribir sus candidatos a la carrera, sin haber celebrado primarias ni consensos, confiando que legalmente el CNE debía retirarlos cuando declinasen en el candidato único. No fue así. Aparte de no aceptar la tarjeta de la Unidad, el CNE permitió un tarjetón donde estaban otros candidatos que ya no participaban, lo cual confundía al elector.
Constituyente, CNE y Fanb actuaron en bloque para usar todo el poder del gobierno para obstaculizar a los electores de oposición y favorecer la victoria del PSUV, su partido.
Miembros de mesas y testigos de oposición sacados de los centros por el Plan República bajo amenaza de ponerlos presos si protestaban, para así apoderarse del proceso, permitir el voto asistido, votar con cedulas ajenas, sin tinta indeleble, movilizando votantes con vehículos y dineros públicos, puntos rojos en la salida de los centros donde se entregaban bolsas clap y chequeaba la asistencia mediante el carnet de la patria, bandas de motorizados atemorizando a las filas de votantes, exhibición descarada de propaganda oficial.
El colmo fue la migración de casi 800.000 votantes a última hora, trasladados a centros electorales alejados, de difícil acceso, sin transporte. Casualidad: los centros migrados sumaban 80% de votos opositores.
La MUD no tuvo el tiempo, el liderazgo ni las palabras precisas para convencer sobre la importancia de ganar estas elecciones, cuando el mundo entero ya está claro acerca del régimen que tiene Venezuela. El voto debió ser contra el gobierno, no contra la MUD. El suicidio de la oposición venezolana, ocasionado por mala conducción, cansancio, abstención y también la ausencia de más de 2 millones de venezolanos que emigraron.
Los números hablan: 5.571.859 votos para el PSUV, 4.858.353 votos para la oposición. En relación a las parlamentarias de 2015, el PSUV recuperó 600.000 votos, mientras que la oposición perdió 2 millones 300 mil votos. Ya sabemos por qué y dónde se quedaron los votos faltantes de la oposición. En Carabobo la campaña calificada de loca, showsera, desbocada, de Rafael Lacava obtuvo 52.75% contra el 45,62% de la campaña seria, con mensaje y decencia de Alejandro Feo La Cruz. ¿Por qué? Sencillo: los centros fuertes de la oposición estuvieron vacíos. La abstención en Carabobo fue la tercera más alta del país.
En un país donde hasta los zamuros se mueren de hambre, es difícil digerir estos resultados. El fraude electoral no tiene pruebas contundentes. Los votos están allí, pero el detalle está en cómo los capturó el oficialismo. Ahora queda preguntar a la MUD, cuál será su próximo paso. Evidentemente, nadie quiere votar en estas condiciones, con ese CNE y este gobierno. Pero tampoco nadie abandona un juego en el quinto inning porque va perdiendo. Y en este match terrible que juega Venezuela puede haber hasta extra inning y hay que tener el brazo fuerte para optar al triunfo.
La oposición debe asumir colectivamente la responsabilidad por este revés electoral. Los líderes se equivocan, los electores, los abstencionistas y los críticos también. La experiencia debe enseñar que sólo la unidad da el triunfo. Habrá elecciones municipales en diciembre. El gobierno aprovecha así su racha victoriosa y el desánimo y división de la oposición. Suicidarse o vivir para triunfar. Los demócratas venezolanos deben escoger su opción ya.