miércoles, 18 de octubre de 2017

Manuel Acedo Sucre



6 h · 
Comparto con ustedes un artículo que escribí anoche para medios electrónicos:
El agarrar aunque sea fallo
Se dice que es el gobierno y no la MUD el responsable de lo que vivimos en estas últimas horas. Estoy de acuerdo. Ciertamente, quien hizo fraude fue el gobierno; quien nos quitó las gobernaciones, el gobierno; quien administra las migajas de democracia que nos tira de vez en cuando, el gobierno; quien nos desgasta eficazmente haciéndonos pelear por esas migajas, el gobierno, y, finalmente, quien nos lleva a su terreno para sostenerse en el poder con nuestra participación en elecciones que no tienen salida, también es el gobierno. Nadie duda que el gobierno sea el enemigo y esto no se debe perder de vista. Tampoco se debe descalificar a una institución como la MUD que, mal que bien, se ha anotado una serie importante de logros a lo largo de su difícil existencia. Una vez tomada la decisión de participar en las elecciones regionales, yo voté, llamé a votar y critiqué a quienes llamaron a no votar, y esta crítica la mantengo. Pero eso no significa que la decisión de concurrir a las regionales haya sido acertada. Atacar a la MUD por convocar a votar es innecesario e irrelevante a estas alturas. Pero cerrar los ojos y pretender que la MUD no se equivoca, que la unidad no comete errores y defender toda decisión de la MUD porque el enemigo es el gobierno y porque la MUD es infalible, es un despropósito. La MUD no es ni puede verse como una religión. Es la propia MUD la que pierde cuando se ahoga o se descalifica la crítica. Con esto lo que se logra es impedir cambios de rumbo que necesariamente se deben discutir, hasta con el objeto de preservar la propia MUD. Pero veamos qué pasó.
Fuimos a votar por varias razones muy concretas y repetidas hasta la saciedad por el liderazgo de la MUD. Razones no carentes de lógica y expuestas con convicción, vehemencia y hasta asomos de sorna. La primera razón: para preservar y conquistar espacios, en este caso, las gobernaciones. Ganaríamos 23 gobernaciones —se decía—; no, no seas agalludo, digamos que 19; no, mira, 17; ¡ah!, seamos magnánimos, 15; no, 14; con 14 estamos bien, además, serán las principales: Miranda, Zulia, Carabobo, Lara… No vamos a regalar espacios. Ni idiotas que fuéramos. ¿Pero qué obtuvimos? Con el 80% de la población en contra del gobierno sólo obtuvimos 5 gobernaciones (a lo mejor 6) y perdimos varias fundamentales, como Miranda, Carabobo y Lara. Si el motivo de ir a votar era preservar y conquistar espacios, no regalar nada, ¿lo logramos?
¿Qué son 5 gobernaciones? Pues, muy poco. Un numerito que se viste muy fácil de derrota. Pero es peor, un numerito que se neutraliza sin ningún esfuerzo. Le es tan, pero tan fácil al gobierno hacerlo, que ya empezaron. Mire usted; si, usted; sí, gobernador electo, usted; jure aquí, frente a la Asamblea Nacional Constituyente; sí, esa misma, esa que Maduro se sacó de la manga para desplazar a la Asamblea Nacional y para consolidar la dictadura sin tapujos y con poderes absolutos, en la violación más burda de la Constitución que jamás se haya visto en los últimos 60 años; esa ANC que el pueblo rechazó en un plebiscito convocado por usted mismo, gobernador electo, en medio de 160 muertos que se oponían a los desplantes dictatoriales de Maduro; esa ANC que usted y la MUD dijeron que jamás reconocerían, como tampoco lo harían los países serios de la comunidad internacional, a instancias suyas, gobernador electo; sí, mire, jure aquí que se somete a ella; es más, quizás le mejoro el juramento: jure usted lealtad absoluta a la ANC, que la va a obedecer y que si no cumple con este juramento lo sacamos de ahí. Si no jura, no toma posesión; si jura e incumple, también lo sacamos. Y ya ve, eso se lo puedo hacer cada vez que me dé la gana, aunque jure. Si no es ahorita, pues después. Además, si jura y hace todo lo que yo le digo, sus mismos adeptos le perderán el respeto. Se convertirá en uno de los nuestros, sin decirlo. Y fíjese en la importancia de lo escuálido del numerito, el de los 5 gobernadores. Justamente porque son 5 nada más —y no 23, ni 19, ni 16— es que nos sale tan fácil hacerles todo esto, neutralizarlos de entrada. Un número más grande de gobernadores, una acción de neutralización más masiva, hubiera sido otra historia. Ahora pregunto yo: con los 5 gobernadores, tan cómodamente neutralizables, ¿logramos preservar, conquistar y no regalar espacios?
También fuimos a votar aupados con argumentaciones contradictorias, desarrolladas alrededor del fraude. Voten —se dijo al electorado—, que si participamos no puede haber fraude; voten para que el gobierno tenga que hacer fraude; voten para que quede en evidencia que el gobierno sólo puede ganar con fraude. Esto último, que estaba más que claro antes de las elecciones —las encuestas eran lapidarias—, probablemente continúa siendo absolutamente cierto. Pero ¿quedó más claro ahora? ¿Logramos algo más concreto que bailar alrededor de una verdad de Perogrullo? Con haber participado en estas elecciones, ¿podemos decir algo más allá de lo que ya se sabía? ¿Acaso podemos demostrar contundentemente el fraude? ¿Hay elementos nuevos, específicos, que nos permitan ubicar y determinar con precisión la forma que tomó la trampa? No lo sé. Lo viejo lo sabíamos: el obsceno y corrupto ventajismo del gobierno en combinación con la grotesca complicidad del CNE, para comprar voluntades y hacer cada vez más cuesta arriba la participación de la oposición, todo lo cual estaba tácitamente aceptado. Pero ¿apareció algo nuevo, lo que nos permitiría decir que con estas elecciones sí dejaríamos evidencia directa, concreta y contundente del fraude, si nos lo hacían?
Lastimosamente, algunos de los elementos novedosos con los que se facilitó el fraude electoral los conocimos durante el proceso y los aceptamos: el adelanto intempestivo y arbitrario de la fecha de las elecciones, con el atropellamiento en que debieron transcurrir las negociaciones y las primarias para la escogencia de los candidatos de la MUD; la abreviación de los procesos de auditoría pre-electorales; el desconocimiento grosero de los mecanismos para hacer valer las sustituciones y retiros de las candidaturas, después de las primarias; las reubicaciones de los centros de votación, hechas a última hora y sobre muchos de los centros en que tradicionalmente vota mayoritariamente la oposición. Esto, sin duda, afectó los resultados electorales. Pero la aceptación de estos impresentables trucos electorales antes de la votación, aunque fuera a regañadientes, impide que puedan alegarse con la fuerza suficiente para denunciar el fraude. Los sabías, no te retiraste, fuiste a las elecciones. Pareciera entonces que lo verdaderamente nuevo fue la mejor organización del gobierno, en confabulación con el Plan República y con el CNE, para operar centros electorales, sin presencia de testigos de la oposición, creando votos u obligando a los electores a sufragar por los candidatos oficialistas. Se sabe que hay centros a los que la oposición no llegó o de donde fue expulsada, en los cuales las cifras de votos oficialistas no guardan relación con patrones históricos o demográficos creíbles. Esto es algo que el gobierno venía haciendo desde antes, sólo que ahora lo hizo bastante mejor. Ahora bien, la participación en este proceso electoral, justificada por la MUD en parte para desmontar o dejar en evidencia el fraude electoral propiciado por el gobierno, ¿sólo aportó como explicación —más allá de lo que se sabía y había sido aceptado— que la confabulación entre el gobierno, el Plan República y el CNE estuvo mejor montada? Mi impresión inicial es que no aparecerán elementos nuevos, ni de una contundencia definitiva. En definitiva, nada que hubiera podido evitarse con una mayor presencia de representantes de la MUD en centros electorales a los que no llegaron, se les impidió llegar o de donde fueron expulsados bajo amenaza o por la fuerza. Pero esto, que tampoco es que sea novedoso y que sólo se diferencia de prácticas anteriores en que estuvo mejor organizado y fue masivo, no me parece que aporte mucho. Entonces, regresemos a los argumentos esgrimidos originalmente para ir a votar: ¿logramos que con la participación no hubiera fraude? ¿Logramos forzar al gobierno a hacer fraude para identificarlo, precisarlo y denunciarlo, más allá de lo obvio? Me temo que no.
Una conclusión preliminar es que la decisión de ir a este proceso —llevado hasta el final, bajo condiciones mucho peores que las aceptadas para elecciones anteriores— no cumplió satisfactoriamente con lo que se deseaba y se esgrimía como argumentos para participar, pues no se ganaron espacios significativos y sostenibles en términos de gobernaciones y tampoco se aportaron elementos nuevos y no aceptados previamente por la MUD, que desnudaran de forma efectiva el fraude que a todas luces cometió el gobierno. Pero más allá de que no se logró lo que se planteó como justificación para acudir a votar, hay que preguntarse por la información que manejaba la MUD para decidir. Algo que no se previó, ocurrió. Algo falló. La MUD apostó toda su capacidad de convocatoria para llamar a votar en unas elecciones en las que los estratos de mayor tendencia opositora no fueron a votar en números suficientes. La MUD probablemente sobrestimó su capacidad de convocatoria y subestimó la habilidad del gobierno para poner trabas al ejercicio legítimo del voto por parte de la oposición y para quedar solo en centros de votación en los que posiblemente se produjo el fraude más efectivo, más extendido y más complejo de denunciar. Los resultados de las elecciones hablan por sí solos. La MUD, entonces, pareciera que se equivocó al decidir que la oposición participara en las recientes elecciones de gobernadores. En mi opinión, se trata de una equivocación de buena fe, sobre temas de una complejidad extrema, e influida por los procesos internos de toma de decisiones, que impidieron reaccionar a las jugadas adelantadas de algunos de sus miembros. Igual, el resultado de la decisión fue muy negativo, y hay que preguntarse cómo queda la MUD después de las elecciones.
¿Tiene la MUD, después de estas elecciones, más autoridad que antes? ¿Tiene la misma capacidad de convocatoria y la misma credibilidad? Si mañana Maduro llama a elecciones presidenciales adelantadas, ¿no está la MUD más debilitada para manejar el proceso e inspirar a la gente en el sentido de que sí se puede derrotar electoralmente al régimen? Independientemente del fraude gubernamental, la sumatoria de los votos para los candidatos oficialistas y para los candidatos de la oposición, lo que se conoce como el voto popular, también favoreció al gobierno. Esto significa que, si se replican estos resultados en una contienda electoral por la presidencia de la República, podría resultar ganador el candidato oficialista. Hipotética y algo injustamente podría hasta llegar a decirse que la MUD aceptó ir a unas elecciones regionales bajo unas condiciones que, si se estuviera eligiendo presidente, hubieran reelecto a Maduro. Visto de este modo, la MUD tiene que apartarse radicalmente del concepto popular de agarrar aunque sea fallo, tiene que aceptar la merma en su capacidad de convocatoria y tiene que adoptar el principio de no acudir a elecciones bajo las condiciones en que aceptó ir a las regionales.
Pero ¿cómo quedó el gobierno después de estas elecciones? Fortalecido. Las ganó bajo condiciones toleradas o aceptadas por la MUD, bajo el criterio de agarrar aunque sea fallo. ¿Que lo logró orquestando un fraude de magnitudes sin precedentes? Sí, pero un fraude dividido entre herramientas de fraude que la MUD toleró o aceptó, o que la MUD no logró impedir, identificar o precisar para ser denunciados de una forma contundente. Queda el gobierno, además, bien posicionado para llamar a elecciones municipales o para adelantar las presidenciales bajo esas mismas condiciones. Y, peor aún, queda habilitado para poner a la MUD en la misma encrucijada: agarrar aunque sea fallo, aceptando las condiciones del gobierno, o abstenerse y dejar que el gobierno arrase con todo.
Este dilema se encuentra ahora a flor de piel: ¿se juramentan los gobernadores electos ante la ANC? ¿O se abstienen, quedando probablemente impedidos de tomar posesión de sus cargos? Se va haciendo ya costumbre que surjan los que juegan adelantado y parece que los gobernadores electos por una tolda política van a transarse por el agarrar aunque sea fallo. Probablemente harán la comedia de decir que juramentarse ante la ANC no es someterse a ella. Y cuando los presionen más hasta convertirlos en unos de los suyos, dirán que se dejan presionar por la patria, que mejor para la oposición es estar allí que no estar, hasta que queden mimetizados con la burocracia roja rojita.
Se encuentra entonces la MUD ante esta realidad y tiene sólo dos opciones: la primera, agarrar aunque sea fallo, permitiendo que los gobernadores electos se dobleguen y reconozcan la ANC, que es el instrumento a través del cual actúa y pretende legitimarse la dictadura, como reiteradamente lo ha denunciado la MUD dentro y fuera del país; y la segunda opción, que es tratar de recuperar su credibilidad actuando en consonancia con lo que le ha pedido la misma MUD al pueblo cuando lo llama a votar y organizarse en contra la ANC. No se trata de un dilema principista, es una cuestión de estrategia. La MUD no quedó muy bien parada con el agarrar aunque sea fallo que inspiró su comportamiento en las tristes elecciones para gobernadores del 15 de octubre de 2017. El gobierno quedó mejor parado. La estrategia no puede ignorar esta realidad.
Aclaro que estas opiniones vienen de alguien que respeta a la MUD, a su liderazgo y a su trayectoria, alguien que admira la capacidad de organización de la MUD y la mística con que trabaja para cada elección; pero alguien que piensa que la MUD es perfectible y que en su capacidad de oír y procesar la crítica constructiva, como lo ha hecho en el pasado, está su fortaleza y nuestro futuro.

Manuel Acedo Sucre
17 de octubre de 2017

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