jueves, 27 de septiembre de 2018

Hugo Delgado: El país miserable

Hugo Delgado: El país miserable

 
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A quienes ingenuamente les venden la idea que Hugo Chávez, en su regazo de muerte, decidió equivocadamente escoger a Nicolás Maduro, es falso. El comandante eterno y sus homólogos cubanos diseñaron un plan bien orquestado para materializar su selección con miras a eternizarse chavismo en el poder.
Limitado de formación, audaz en su oratoria y accionar, eso no implica que sea inteligente, tiene su principal aliado, en su visión de comprender que “todo lo que venga es ganancia”. Por su origen inestable no tiene escrúpulo alguno en mentir y mucho menos ser fiel a quienes lo mantienen en el poder. Es un ejemplo del “títere” del castro comunismo, que tiene enterradas sus garras en el país y que difícilmente soltarán, porque Fidel y Raúl sí estaban claros en la importancia de tener un país punta de playa, con recursos y fácilmente dominable, como lo es Venezuela.
Fidel y Raúl Castro estaban muy claros en esa escogencia, el delfín tenía que ser muy obediente y de limitado criterio. De ahí resultó Nicolás Maduro. Un personaje oscuro, de dudosa nacionalidad, de origen humilde e inestable, sin escrúpulos, endiosado por el poder y totalmente entregado a la causa comunista internacional. Por eso no le duele el país y sus ciudadanos, danza mientras los venezolanos sufren, entrega todo lo que pueda a los imperialismos ruso y chino, otros aliados sin límites morales, aprovecha las necesidades humanas (comida y medicinas) para manipular a la sociedad, insiste en unas políticas fracasadas que solo conducen al control, y en su afán de buscar aliados entrega la soberanía, el petróleo y cuanto recurso tenga a su alcance, total el adormecido pueblo se “cala todo”.
Bienestar social, estabilidad económica, justicia, institucionalidad, diálogo, valores, solidaridad, educación, no existen en su diccionario. Su único objetivo es mantenerse en el poder a toda costa. Por eso los demócratas que quieren salidas negociadas chocan contra la misma piedra sin comprender que los maestros de la burla, Fidel y Raúl Castro, lo han hecho con el mundo durante 60 años. Se han reído hasta de los gringos, han asesinado incluso a sus aliados (Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos) y han sumido a su pueblo en la extrema miseria humana ¡sin remordimiento alguno! Con el agravante que sus aliados intelectuales internacionales los justifican, respetan y admiran.
Resolver la situación de Venezuela, con un personaje así, será difícil. En abril de 2002, ante la presión social, Hugo Chávez pidió un avión para ir a Cuba. Maduro antes de llegar a una situación de esas hará correr sangre por las calles de Venezuela, ya lo demostró con las últimas revueltas. Nicolás se rodeo de sociópatas y leyó bien el guión represivo cubano, que exitosamente lo aplican aquí y en la Nicaragua de Daniel Ortega, y eso le ha permitido mostrar su imagen de invencible. Además de contar con aliados presentes en el territorio nacional, como las guerrillas colombianas Farc y ELN que lo apoyarán en caso de ocurrir cualquier incursión.
Mientras la burocracia diplomática latinoamericana, norteamericana y europea, siguen creyendo en salidas de “paz y amor”. Al viejo continente se les justifica está posición porque luego de las matazones de la primera y segunda guerras mundiales, aprendieron a buscar soluciones negociadas y a creer en la buena fe. Pero con el comunismo esto es diferente, porque los principios, la ética y los valores occidentales son los enemigos a vencer y no los respetan.
Ahora con China y Rusia buscando una alianza para enfrentar a Estados Unidos, Raúl Castro mueve su marioneta hacia ese epicentro buscando un equilibrio que lo mantenga con vida. Lo interesante del nuevo ajedrez mundial es que si rusos y chinos se están uniendo es porque tienen debilidades y se necesitan. A la final para los asiáticos, el mercado más importante de consumo de sus baratijas es el gringo y una guerra comercial en nada lo favorece porque si caen sus ventas, su economía con pies de barro podría derrumbarse, a pesar de las predicciones que lo apuntalan como la futura potencia, pero ahí están sus limitantes índices de pobreza, contaminación, corrupción y un modelo político, que le afecta su supremacía.
Los rusos ahora que muestran sus armas para rememorar viejas glorias, caen en el error histórico de proyectar fuerza pero económicamente son una nación básicamente petrolera, fuente energética que ya comienza a languidecer para dar paso a energías renovables y limpias, con grandes fallas que podrán generar en el futuro una debacle como la que la llevó a la desintegración de la extinta Unión Soviética. Parecen no aprender la lección.
La renta petrolera manejada por el chavismo, sin duda alguna le permitió al comunismo latinoamericano y del resto del mundo, tomar un segundo aire. Lo irónico del asunto es que fueron los norteamericanos quienes lo financiaron, porque eran los mejores compradores y pagadores. Mantuvieron a Cuba y Venezuela, apoyaron a todos sus aliados y fortalecieron los mismos males que generan sus problemas de seguridad: narcotráfico y terrorismo.
Reza el viejo refrán que “tanto va el agua al cántaro hasta que se derrama”, eso va a pasar con Venezuela. Andrés Oppenheimer en su artículo Las democracias latinoamericanas le fallaron a Venezuela (El Nuevo Herald 22 de septiembre de 2018) escribió: “La declaración emitida el 16 de septiembre por 11 países del Grupo de Lima rechaza cualquier intervención militar en Venezuela, lo que es diplomática y legalmente correcto… Pero no propuso ninguna acción diplomática para presionar al dictador venezolano Nicolás Maduro para que permita la restauración de la democracia…”
La salida negociada está cuesta arriba, pero el problema de seguridad para Estados Unidos y el resto del continente tendrá su punto de quiebre, mientras se agrava el problema migratorio y los apoyos evidentes del régimen al terrorismo y el narcotráfico, factores que afectan directamente a Colombia, Brasil, Ecuador y Perú.
Lo grave de la declaración, advierte Oppenheimer, firmada, entre otros, “por México, Brasil, Argentina, Chile, Perú y Paraguay, es que no menciona nuevas sanciones diplomáticas a Venezuela…”, al Grupo de Lima se le “olvidó sus propios compromisos previos. El 21 de mayo, el grupo acordó por unanimidad reducir las relaciones diplomáticas con el régimen venezolano, buscar ayuda humanitaria mundial para hacer frente a la crisis de los refugiados y tomar medidas para congelar activos financieros de altos funcionarios venezolanos. Pero, increíblemente, el grupo no hizo nada al respecto en su más reciente declaración”. Mientras tanto, la crisis humanitaria en Venezuela empeora, y países anteriormente críticos como México y España, ahora vuelven a ser aliados del chavismo.
El mismo autor en otro artículo titulado “El éxodo de Venezuela recién está comenzando: aumentará dramáticamente” (El Nuevo Herald 1 de septiembre de 2018), contradice la mentira montada por el régimen, acostumbrada a utilizar las posverdades para contrarrestar la realidad miserable que viven los venezolanos. Oppenheimer advierte que “el éxodo de venezolanos aumentará sustancialmente. A medida que la economía siga colapsando, el régimen de Maduro seguirá expulsando deliberadamente a millones de venezolanos descontentos, para quedarse con una masa de personas empobrecidas en el país que puedan ser fácilmente controladas con subsidios alimenticios del gobierno”. A esto se agrega que el hombre es un animal de costumbres y es peligrosa la actitud pasiva de la sociedad que ahora acepta todo lo que le venga.
Es una versión express de lo “que Cuba ha hecho durante seis décadas: una limpieza política del país mediante la expulsión de críticos actuales o potenciales del gobierno”. Isabel Márquez (citadas por Oppenheimer), portavoz de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, confirma que “estamos viendo un aumento bastante significativo y progresivo de refugiados venezolanos que según ese mismo organismo ya suma unos 2,3 millones desde 1999, incluidos 1,5 millones en los últimos tres años”.
Con gran cinismo, Maduro ahora acusa a Colombia, Ecuador y Perú de maltrato a los emigrantes; exige a Colombia que reduzca los cultivos de coca porque estimulan la creación de grupos narcotraficantes y paramilitares, obviando cualquier crítica a los carteles guerrilleros (Farc y ELN) verdaderos controladores del negocio; pide S500 millones de dólares para repatriar los pocos venezolanos que, según su versión, se quieren regresar a disfrutar las ventajas de su paquete económico recientemente instrumentado y que amenaza con alcanzar índices de inflación con muchos ceros y está terminando de enterrar la alicaída economía nacional. Quiere tapar, con su verbo destemplado, una realidad que solo muestra en cualquier calle del país, la miseria humana a la que lo condujo el chavismo.

martes, 25 de septiembre de 2018

Análisis ND: La gravísima solicitud de Trump y la respuesta del Gobierno

Análisis ND: La gravísima solicitud de Trump y la respuesta del Gobierno

25 septiembre, 2018
Pedro García Otero / 25 sep 2018.- Ante lo que promete ser una “semana negra” en las relaciones internacionales, el Gobierno de Nicolás Maduro hará, hacia el exterior, lo que hace en la política interna: Defenderse atacando.
La estrategia, que comenzó el domingo con las declaraciones de Jorge Rodríguez (prácticamente acusando a Colombia, Chile y México de estar detrás del supuesto atentado contra el mandatario, el 4 de agosto), promete convertirse en un auténtico show durante la Asamblea General de la ONU, que comienza hoy, aunque al espectáculo no acudirá, previsiblemente, el presidente, que ya ha encargado en Jorge Arreaza la representación venezolana, y probablemente, en Delcy Rodríguez, otra funcionaria “de choque” curtida en el estilo diplomático cubano que ha copiado (hasta en el acento) como canciller primero, y ahora como vicepresidenta, la hermana del ministro de Comunicación.
La propuesta es sencilla: si el gobierno venezolano es acusado de narcotráfico, el Gobierno colombiano es más narcotraficante, según se desprende de los comunicados de la Cancillería del propio domingo y de ayer; si los Gobiernos de Colombia, Chile y México se desmarcan de las acusaciones de magnicidio, el régimen venezolano responde que eso los incrimina más; si Colombia acude a la ONU a pedir fondos para atender a los migrantes venezolanos, Arreaza irá a la misma reunión, a pedir que los fondos se los den a su gobierno para repatriarlos.
Una repetición de lo que sucede en el ámbito interno, donde el madurismo ignora los problemas hasta que le estallan en la cara, y cuando esto sucede, acusa de provocarlos (los problemas) a aquellos que advirtieron lo que iba a suceder, e incluso les resulta “sospechoso” que las voces de alarma se prendieran con anterioridad, porque “¿cómo sabían ellos que eso iba a suceder?”; como si 10 mil años de civilización no hubieran dotado a la raza humana de una notable capacidad y herramientas de predicción. Rodríguez (Jorge) es un experto en el uso de ese argumento, y también Diosdado Cabello.
Los aliviaderos
Pero a pesar de lo grave de su situación internacional, el Gobierno de Maduro ha venido anotándose algunos triunfos parciales recientemente, aunque casi todos obedecen a externalidades, cosas que no controla. El primero de ellos es el cambio de Gobierno en España, que le ha eliminado un enemigo frontal, y se lo ha sustituido por esta cosa plasmática (ni sólida, ni líquida, ni gaseosa) que representa la diplomacia de Josep Borrell y Pedro Sánchez.
La condena al Gobierno venezolano en la ONU es tan amplia que las diferencias de la misma son solo de matiz
Otro triunfo parcial es la posición del vicecanciller uruguayo, Ariel Bergamino, diciendo que su Gobierno no puede “ni afirmar ni descartar” que en Venezuela se produzcan crímenes de lesa humanidad; y más allá, tras la contundente respuesta de México a la diatriba dominical del vicepresidente de Comunicación, Miraflores espera como agua de mayo los dos meses que faltan para la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, quien garantiza, como mínimo, “no injerencia” en un país tan importante en todos los sentidos como México.
El que un diplomático tan avezado como Luis Almagro no haya descartado una intervención, y con ello, haya comprometido la posibilidad de un segundo mandato al frente de la OEA, también puede considerarse un triunfo inesperado (pero no por ello menos explotado) del Gobierno de Maduro.
Cambio súbito de panorama
Sin embargo, la Asamblea General de la ONU ha comenzado con un ruido de tambores más allá de lo esperado, incluyendo la frase de Donald Trump, presidente de EEUU, sobre la “tragedia humana” que vive Venezuela, y las sanciones a Cilia Flores, primera dama, a Maduro y a Diosdado Cabello.
Por su enorme impacto mediático, las palabras de Trump resonarán en el mundo entero, igual que la denuncia que interpondrán cinco países ante la Corte Penal Internacional.
Pero más allá, Trump le acaba de pedir a la ONU, prácticamente, una autorización para intervenir cuando pide “ayuda a la ONU para restaurar la democracia en Venezuela”. No es una demanda menor, más allá de que, con toda seguridad, Rusia y China ejercerán su derecho a veto en el Consejo de Seguridad, y el Gobierno conseguirá aliados que repudien esta declaración.
¿Para qué pide ayuda a la ONU? ¿Por qué el multilateralismo? ¿Habrá quien se anote en esto? Son preguntas que debe estar haciéndose en serio la cancillería venezolana. Porque frente al incremento de la presión internacional, las posibles estrategias del chavismo son solo propagandísticas; como el propio Borrell ha señalado, de ningún país democrático escapan millones de personas porque no ven alternativa. Solo de las dictaduras.
El país está tan aislado que, el domingo, el almirante Remigio Ceballos Ichaso, jefe del Ceofanb, afirmaba que “es mentira que Venezuela esté aislada” y ponía como referencias de esa “falacia” a China, Rusia, Irán, Bielorrusia y Kazajstán; cinco países entre 200, y además, todos de tesitura no democrática, por lo cual, como dicen los abogados, res ipsa loquitur, la cosa se explica en sí misma. Y más allá de estos países de la órbita de los chicos malos del vecindario, ni siquiera un tipo tan a la izquierda como López Obrador se pondrá, de entrada, de lado de Maduro.
Las diferencias en condena al régimen venezolano, a nivel mundial, son solo de matiz, no de fondo. Cada vez más, la situación venezolana es un caso de seguridad internacional, como señalaba hace unas semanas Samuel Moncada, embajador venezolano en la OEA, para denunciar la estrategia.
Lo que teme el Gobierno es que en estas diferencias de matiz, termine colándose como aceptable la opción más radical, y no la más moderada. Porque en el fondo, sabe el madurismo que cada vez es más indefendible, que las opciones financieras se agotan (más allá del discurso, lo único que se obtuvo de China fue un préstamo para que el Gobierno le pague lo que le debe, es decir, en la práctica, un refinanciamiento), y que la diáspora seguirá.
La palabra “intervención” se usa cada vez más frecuentemente, y cada vez con mayor desparpajo, en los discursos.
Es muy preocupante.

Manuel Malaver La carnicería de Maduro en Estambul

La carnicería de Maduro en Estambul

23 septiembre, 2018
No es que critiquemos el derecho que tiene cualquier ciudadano -incluso el jefe de un Estado- de darse un “toque técnico” en Estambul de regreso de un viaje Beijing- Caracas a paladear uno de sus platos favoritos obra maestra de un chef que al parecer lo carga loco desde hace mucho tiempo, Nusr et-Er, sino que, con toda seguridad, los costos de semejante exquisitez no se cargan al sueldo ni al patrimonio del “degustater” sino a la partida que los contribuyentes venezolanos le asignan para que el hombre que alega ser “su” presidente lo gaste en otros menesteres.
Digamos, en visitar, compartir información de primera mano y solidarizarse con los cientos de miles de venezolanos que quedaron sin hogar por las recientes inundaciones del río Orinoco, o con los jubilados que manifiestan día a día en las calles porque los salarios que les corresponde como trabajadores pensionados les son reducidas con manipulaciones cambiarias y no le alcanzarían ni para comprarse un hueso -un mínimo hueso- del cordero que devoró Maduro en Estambul, o darse una pasada por los hospitales donde decenas de niños mueren diariariamente por desnutrición y miles de enfermos corren el riesgo de perder sus vidas porque no hay medicinas, ni tratamientos, ni equipos, ni salas de hospitalizacición, ni médicos que los atiendan.
Hay hambre, mucha hambre en Venezuela, y enfermedades y muertes por desnutrición, y violencia y caos, y el espectáculo atroz de tres o más millones de venezolanos huyendo y cruzando la frontera como buscando alivio de la peste negra, o de una catástrofe natural inimaginable e inenarrable y prenden el celular, o se acercan a las imágenes que rastrean en PC, radios o televisoras y tropiezan con que el autor de tanta tragedia, muerte y destrucción se encuentra en tierras tan lejanas como las de Turquía y en una de sus diversiones favoritas: comer.
Pero no son reflexiones, ni problemas, ni asuntos que interesen a Maduro, el dictador de Venezuela, exclusivamente disponible para dar discursos en cadena nacional cada vez que se le ocurre parlotear, chacharear, desvariar, o desde La Habana le dan órdenes para anunciar políticas que no son tales porque siempre terminan siendo lo contrario, o decir chistes malos que normalmente barniza de frases huecas y gestos repelentes.
Un impresentable, sin ninguna clase de dudas, que ocurre como vergüenza del género humano, o disparate de la naturaleza, consciente de lo que es y definitivamente será, pero que está orgulloso de ello, como un esperpento o adefesio que acepta satisfecho que alguna malignidad lo eligió para dar cuenta de su realidad, de su espantosa realidad.
No se crea, sin embargo, que es un improvisado, o que actúa de puro aburrido, o por dárseles de divertido. No. Maduro es un actor de algunos kilates, un caradura automático y maquinal que sigue un guión, elaborado por los que auténticamente gobiernan a Venezuela, una pandilla de ingenieros sociales que, desde los tiempos de Chávez, tomó al país como un laboratorio para experimentar con la reinstauración del viejo modelo socialista stalinista y castrista vapuleado por la caída del Muro de Berlín y el colapso del Imperio Soviético, pero adaptándolo a las condiciones del siglo XXI.
Por eso, desde algún momento de la segunda década de los 90, se le puso un nombre, no se sabe si por algún teórico del “Foro de Sao Paulo”, o del filósofo mexicano de origen alemán, Heinz Dieterich, o del propio Chávez, “Socialismo del Siglo XXI”, con el que, con alguna propiedad, rodó hasta que Maduro asumió el poder en abril del 2013, para enseñar las garras y los dientes del socialismo de siempre, el del siglo XX, el de Lenin. Stalin, Mao, Pol Pot y los hermanos Castro.
Porque no debe olvidarse que esta aventura o cruzada dura 20 años, o quizá más, unos 25, cuando el chavismo golpista y militar fue convencido por los cubanos y el “Foro de Sao de Paulo” de reconvertirse en democrático y electorero para imponerse en las elecciones presidenciales venezolanas de diciembre de 1998.
Dicho de otra manera que, a partir de su ascenso al poder en febrero del 99, se inicia en el país de Bolívar un modelo híbrido que reúne, vía constitucional, un fuerte presidencialismo pero entretejido con pluralismo democrático, defensa de los derechos humanos, independencia de los poderes y estado derecho, que no son sino el marcarón de proa con el cual se va mutiliando la democracia constitucional, el poder civil y las garantías ciudadanas que, a la postre, conducen a un estado totalitario, militarista y colectivista puro simple.
Es el Leviatán cuya primera autoridad ejecutiva, que tambiém se hace llamar “presidente”, Nicolás Maduro, estuvo el lunes dándose el atracón de cordero en Estambul, en el restaurant de un chef famoso, en una performance para que los millones de internautas que lo seguían por las redes, más el resto que se engancharon en los horarios estelares de las cableras, se enteraran, que ahí estaba Maduro en unas de sus aficiones favoritas, comer, y, como lo revela su peso, sin que nada ni nadie se lo pueda impedir, pues es el dictador de un país cuya democracia devino en república bananera y todo porque, después de un golpe de suerte, un militar fracasado y de mediana graduación, le puso la mano al poder, a través de unas elecciones y ahora tiene a los suyos, a sus sequidores, deshuesando un territorio de casi un millón de kms2 y las vidas de 28 millones de sus habitantes.
Personajes de una nueva forma de mandonería, cuyos orígenes habría que buscarlos entre los caudillos y jefes de montoneras que se adueñaban del poder en el siglo antepasado, cuando la economía era agraz y la política salía de los fusiles, y no en un mundo postmoderno y global cuando a la emergencia de los populismo de derecha y de izquierda se le pide al menos que cuiden las formas.
Pero no son minucias que puedan perturbar a Maduro, absolutamente volcado a un ejercicio exibicionista y farandulero del poder y que le exige escenarios cada día más amplios, escandalosos y abigarrados según aumenta de peso.
Venía de China donde, sin duda, hizo lo imposible para ser agasajado por el presidente, Xi Jimping, en brindis y banquetes palaciegos, pero cómo lo que encontró fueron reclamos, notas y cobros por facturas que ya se acercan a los 100 mil millones dólares, fue como una salida inconsciente, o “madurada” para decirle a los chinos que si no había celebraciones en Beijing por su cuarta o quinta visita, si las encontraba en Estambul donde su amigo el dictador Erdogan seguía siendo el mismo de siempre.
Último destino en Occidente donde podía darse ese lujo, pues ya se sabe que no hay un solo país en la Europa o la América democráticas en la cual no pueda un juez mandarlo a detener por la comisión de Crímenes de Lesa Humanidad.
Una bestia perseguida, acosada y acorralada por gobiernos, multilaterles y tribunales que, si bien son lerdos en la aplicación de políticas que concluyan en el derrocamiento de tan abominales tiranías, si pueden activarse contra sus mandamases cuando la ley y la justicia internacional los persiguen. Caso Pinochet, remember.
Y no se trata solo de Maduro, sino que tanto como 50 de sus más altos funcionarios integran listas de individuos sancionados que, pueden violar la ley en el país que han tomado como guarida, pero conscientes que traspasar sus fronteras podría equivalerles a una condena de cadena perpetua.
Son, entonces, condenados que tiene por cárcel el país que literalmente han convertido en su escondite y sin las libertades que se tomó su jefe en Estambul.

lunes, 24 de septiembre de 2018

John Magdaleno: Usted escucha el relato Oficial y es una ficción, eso es Narnia

John Magdaleno: Usted escucha el relato Oficial y es una ficción, eso es Narnia

24 septiembre, 2018
Eva Gómez / foto Instagram: @primerapagina / 24 sep 2018.- El analista político, John Magdaleno, aseguró que existe una fractura en la oposición, a tal punto que algunos líderes de este sector, ni siquiera se pueden sentar en la misma mesa.

“Quizás sea el peor momento político de la oposición, primero por el nivel de fragmentación, para facilitar un cambio de régimen político, tiene que mediar una fractura de la fracción dominante, y lo que está ocurriendo es lo contrario, se fractura la oposición, y añadió que llegó a tal punto, en el que los líderes de la oposición ni siquiera puede sentarse en la misma mesa a conversar”, expresó en entrevista con el programa Primera Página, transmitido por Globovisión.
El entrevistado aseveró que un proceso de negociación sería una de las salidas a la crisis política que atraviesa el país, y apuntó: “Poniendo el caso de Polonia, hay gente que dice: yo no me siento a negociar con delincuentes o yo no negocio con secuestradores, ambas son fáciles de refutar”.
Y refirió el siguiente ejemplo: “Si a usted lo llaman a las 3:00 de la mañana y le dicen que sus hijos están secuestrados, sus tres hijos, y le dicen: para que usted pueda ver a sus hijos de vuelta ¿qué hace usted de inmediato, en el acto?, evalúa la posibilidad de una negociación y empieza una negociación alrededor del monto del rescate”. Y siguió, “el asunto aquí es saber, bajo qué condición la negociación puede funcionar”.
Y expresó que las negociaciones deben ser “privadas” y “múltiples”.
Magdaleno considera que asistir a elecciones en estos momentos, no generaría una salida del Gobierno, pero si es una opción para tomar espacios “las elecciones en regímenes autoritarios no son competitivas, esto hay que asimilarlo. Sobre todo, cuando se trata de autoritarismos hegemónicos (…) por tanto la gente dice: tú lo que estás proponiendo es que la salida es electoral. No, hermano, no estás entendiendo nada. La elección es un movimiento de movilización, es decir frente a un régimen autoritario hegemónico lo más probable es que te hagan fraude, eso es lo más probable, por tanto, tú no vas a una elección persiguiendo la victoria porque no te la van a dar. Ahora, qué otros objetivos estratégicos puedes alcanzar si asistes a las elecciones, hay otros objetivos estratégicos que puedes alcanzar y que contribuyen a la fractura de la coalición dominante”.
Y siguió: “Veo al Gobierno en una situación paradójica, no solo al Gobierno sino a todas sus instituciones, en la medida en la que ha logrado barrer a la oposición. En principio por los propios errores de la dirección política opositora, es decir la dirección política opositora lo ha permitido. Pero, en segundo término, se trata de un régimen político que no está consolidado, inestable, que se enfrenta a amenazas reales, las amenazas más importantes por cierto están en sus propias filas”.
El analista político fue enfático en que, el discurso del Gobierno no corresponde con la realidad política del país: “Usted escucha el relato oficial y eso es una ficción, eso es Narnia, que todo está perfecto, que el programa está marchando maravillosamente y la fuerza de la realidad es tan dura, tan grave, tan imponente, que no hay relato ni ficción ideológica valida, y ahí están las principales debilidades que yo le veo al régimen político. No se ha estabilizado, no logra consolidarse, tiene una precarización creciente en la vida cotidiana (…) tiene que satisfacer a todos sus clientes simultáneamente en un contexto en el que tienes cada vez menos recursos, menos divisas, es decir hay una complicación severa para el régimen autoritario”.
Y aseguró que uno de los mayores errores de la oposición venezolana, fue no participar en las elecciones presidenciales, “yo no conozco ningún caso, en el que la desmovilización, conduzca a una transición hacia la democracia”, finalizó.

Pablo Aure El buque chino como coartada

Pablo Aure

El buque chino como coartada

24 septiembre, 2018
Cuando el diagnóstico es errado se hace imposible encontrar la medicina que combata con éxito la enfermedad. Eso vale para cualquier situación. En este caso, trataré desarrollar lo que quizá sea el ángulo más importante de la crisis en Venezuela y el por qué se nos está haciendo tan difícil superarla.
Pues bien, lo primero es identificar a lo que nos enfrentamos, que no es precisamente a un mal gobierno como los que pudimos haber tenido con anterioridad y durante toda la historia de Venezuela. Nada de eso. Quienes rigen el destino del país son individuos perfectamente organizados internacionalmente. Pudiéramos decir que representan una especie de cartel dedicado a múltiples actividades delictivas (tráfico de droga, corrupción, explotación minera, extorsión, etc.) que establecieron su guarida aquí, en el territorio nacional.
Pero en lo que quisiera hacer hincapié es que ese grupo que detenta el poder, además de gozar de un andamiaje jurídico concebido y ajustado por ellos mismos para el logro de sus objetivos, también está adscrito a intereses geopolíticos totalmente ajenos a Venezuela. En efecto, en el mundo hay diversos intereses que son manejados por las grandes potencias. Me explico.
Tratemos de dibujar un gran tablero de ajedrez, cuyas piezas, digamos las blancas, son movidas por nuestros aliados encabezados por EEUU con su política del gendarme mundial y las negras, por un cónclave conformado por China, Rusia, Irán y ahora Turquía, pero donde el “gigante asiático” es quien cuenta con la supremacía económica necesaria para expandirse por América Latina. Esto podría significar que Venezuela solo representa una minúscula ficha para estas superpotencias, sin embargo, creo que se nos impone saber lo que representamos en ese difícil juego de estrategias en la geopolítica mundial y además estamos obligados a demostrarlo. ¿Qué quiero significar con esto? Primero: los cambios no se producirán ni con elecciones ni mucho menos con diálogo, porque como dije antes, el poder no está en manos de políticos sino de una organización delictiva. Segundo: la medicina la tenemos en Venezuela, aunque indefectiblemente necesitaremos la ayuda de quienes mueven las fichas blancas en el tablero de ajedrez, porque quienes mueven las negras están resteados con el cartel gubernamental.
Las potencias se vigilan
Ahora bien, los venezolanos que queremos que las cosas cambien, que somos de acuerdo con los sondeos de opinión, aproximadamente el 85%, no podemos comportarnos como simples espectadores y esperar que las potencias resuelvan por sí solas, ya que seguirá pasando el tiempo y esos señores podrían dedicarse solo a mantenerse vigilados unos a otros y entre mensajes subliminales disuasivos, hasta que uno de los bandos mueva la primera ficha para liberarnos o conquistarnos. De hecho, eso es lo que ha venido ocurriendo desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. Que tampoco es un político tradicional sino un empresario con mayor frialdad a la hora de defender los intereses estadounidenses.
Esto no quiere decir que de buenas a primeras nos invadirán militarmente, lo que si podrán hacer es facilitar la salida aportando la indispensable ayuda a quienes procuren el restablecimiento del orden en Venezuela. Reestablecer el orden quiere decir volver a tener un gobierno en manos de políticos responsables y que hayan demostrado que el país está por encima de cualquier otro interés.
Los buques hospitales
Los últimos acontecimientos que le dan fuerza a lo que acabo de narrar es la presencia en el Caribe de dos buques hospitales. Uno en Colombia con bandera estadounidense y el otro anclado en La Guaria con bandera china.
No crean que el chino fue una respuesta al estadounidense que está en Colombia, al contrario, el que llegó a Colombia fue la respuesta a los anuncios hace más de un mes de que vendría un buque hospital chino para Venezuela. Ustedes seguirán haciendo conjeturas y se preguntarán ¿Qué pito tocan esos barcos por aquí? Una respuesta podría ser la siguiente, el que está en Colombia, representa la presencia del gobierno norteamericano en una clara demostración, no solo a Maduro, sino también a China y sus socios, de que están dispuestos a llegar hasta donde sea necesario para asegurar la estabilidad de sus vecinos continentales y la paz en su patio trasero, en este caso, demuestra su definida alianza con Colombia; pero la llegada del buque hospital chino, “casualmente” una semana antes de las sesiones de la ONU donde discutirán la situación de Venezuela y además, a tan solo días de hacerse efectiva la denuncia contra Nicolás Maduro por genocidio y otros delitos de violaciones a los derechos humanos ante la Corte Penal Internacional, tiene, entre otras, la siguiente lectura: preparar una coartada que le serviría de defensa y minimizar, al menos a nivel de discurso, los efectos de esa denuncia. El régimen de Maduro dirá que él “sí está de acuerdo con la ayuda humanitaria pero apegado al principio de no injerencia, está en libertad de escoger a los amigos y no a quienes amenazan con invadirlo”. Es más, tampoco es nada casual, que semanas atrás, la Fuerza Armada Nacional comenzara a ubicar en diversas zonas del centro del país, hospitales móviles para prestar la atención que durante años no había prestado.
Curiosamente el ministro para la Defensa, Vladimir Padrino López, a la llegada del buque hospital chino dijo que “se atenderán incluso un grupo de colombianos, es decir que la atención se realizará sin ningún tipo de discriminación”.
Repito: la presencia de ese barco chino tratará de minimizar las acciones de los gobiernos de Argentina, Colombia, Chile, Paraguay y Perú que solicitarán a la Corte Penal Internacional (CPI) “que inicie una investigación preliminar sobre genocidio y crímenes de lesa humanidad en el país”. Maduro tratará de distraer la atención, pero recordemos que han sido muchos años de la deliberada destrucción del sistema de salud nacional, responsabilidad única y casi excluyente del Estado venezolano.
Esa destrucción del aparato sanitario ha provocado la muerte de miles de venezolanos que padecen diversas patologías. Pacientes con cáncer no reciben su tratamiento, los enfermos renales, los diabéticos, neonatos que fallecen en los hospitales públicos por falta de insumo. Eso no podrá ocultarlo. Allí están los resultados de la política del “Socialismo del Siglo XXI” muerte y miseria. Así que debemos alentar a nuestros aliados para seguir adelante con el compromiso de esa demanda.
Unidad ciudadana y no de partidos
Finalmente quiero insistir las veces que sea necesario que el mundo ha entendido lo que pasa en Venezuela, pero no dará ningún paso más allá de lo que hasta ahora ha hecho (que es bastante) mientras nosotros los venezolanos no actuemos con mayor fuerza y entusiasmo. No esperemos que los partidos políticos se pongan de acuerdo, seamos los ciudadanos con sentido común quienes dirijamos y provoquemos los cambios. No caigamos en el chantaje de la unidad. Unidad que, ahora con tres nuevos partidos en el ruedo, se hace más difícil de lograr.
Los ciudadanos sabemos lo que queremos y esto dista mucho de lo que los partidos desean, por eso debemos llenarnos de determinación e ir por nuestro anhelo.
@pabloaure

jueves, 20 de septiembre de 2018

Por qué Maduro prefiere la crisis y el caos Por JAVIER CORRALES




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Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela, dio un discurso durante su campaña electoral en La Guaira, el 2 de mayo de 2018. CreditCarlos García Rawlins/Reuters
AMHERST, Massachusetts — Una revolución bolchevique —con matices tropicales— está en marcha cerca de nuestras costas. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, está usando toda su autoridad para diezmar lo poco que queda de la resistencia a su socialismo extremista. Tal como hizo el líder soviético Vladimir Lenin en octubre de 1917, en esta etapa de la revolución Maduro se propone librar una campaña final contra todos salvo sus aliados más radicales.
Recientemente, la mayoría de las noticias que salen de Venezuela cuentan la extraordinaria crisis económica del país. Algunos analistas tratan la crisis como un caso de influenza: algo que la nación contrajo sin culpa suya. Sin embargo, esta crisis o —más bien— su larga duración, no es un accidente. Se trata de un diseño revolucionario.
La devastación de los últimos cuatro años no puede ponerse en palabras. Al registrar la inflación más alta del mundo junto con una recesión que ha contraído la economía en casi el 50 por ciento desde 2013, Venezuela se ha convertido en el primer país en décadas en hacer una transición de nación de ingresos medios a una de ingresos mínimos —o casi inexistentes—.
Sin embargo, el aspecto más vergonzoso de la crisis es la indiferencia del gobierno. La principal respuesta gubernamental, bautizada como el “paquete rojo”, no incluye nada más que devaluar la moneda casi un 95 por ciento, redenominar los nuevos billetes al quitarles cinco ceros y vincular el nuevo bolívar soberano al petro, una criptomoneda no transable y que nadie utiliza. Estas medidas son una redecoración inútil. Hasta los economistas más indulgentes con el gobierno están poco impresionados.
Si acaso, el gobierno está empeorando la crisis al aumentar el precio de la gasolina a precios internacionales, restringir todavía más la importación de alimentos y medicinas, decretar más controles de precios y subir impuestos en medio de una recesión. Los gobiernos y las organizaciones internacionales ofrecen ayuda humanitaria, pero Maduro la rechaza. El gobierno se cruza de brazos mientras el hambre y las enfermedades se propagan.
Esta indiferencia sugiere una intencionalidad. Es fácil ver la causa. Un gobierno extremista como el de Maduro prefiere la devastación económica a la recuperación porque la miseria destruye a la sociedad civil y, con ella, toda posibilidad de resistir la tiranía.
Cuando las condiciones económicas se deterioran, los ciudadanos a menudo optan por la protesta. Pero cuando las condiciones económicas decaen a tal grado que hacen que las clases medias vivan con menos de dos dólares al mes (menos que en Haití) y diseminan condiciones cercanas a la hambruna, la mejor opción es arreglárselas como uno pueda o irse del país. Si a esta receta añadimos la represión, el resultado es un éxodo de al menos el 7 por ciento de la población, el más grande en el continente americano desde la década de los ochenta.
La privación económica, aunada a la represión, cambia los incentivos de la participación política por el exilio político. Esto es lo que Maduro ve con buenos ojos: la asfixia de la resistencia, tal como Lenin quiso. Es la razón por la que Maduro ha permitido que la crisis continúe por tanto tiempo.

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El 25 de mayo de 1919, Lenin pronunció un discurso en la Plaza Roja de Moscú. CreditFotokhronika Tass

Claro está que ningún acontecimiento es una réplica exacta de sus antecesores. La revolución de Maduro no es enteramente un bolchevismo revivido. Maduro no está tratando de derrocar a un gobierno existente, sino de consolidar un régimen viejo, anticuado y odiado. Maduro no lleva a cabo matanzas sistemáticas, aunque usa la represión sin remordimientos. Y lo más importante, los ciudadanos ordinarios o sóviets no se están levantando de la mano del Estado para impulsar más el extremismo.
El extremismo de Maduro es ejercido exclusivamente por el Estado. En ese sentido, toma como referencia otra campaña tropical también inspirada en el bolchevismo: la famosa Ofensiva Revolucionaria de Cuba en 1968. Esta fue una campaña de Fidel Castro, a nueve años de iniciado su gobierno, para nacionalizar lo poco que quedaba del sector privado. Castro confiscó 55.636 pequeñas empresas, incluyendo la mayoría de los proveedores de alimentos y granjas semiprivadas. Fidel quería acabar con las ganancias privadas y establecer un absoluto monopolio estatal sobre la distribución de los alimentos. La meta era hacer a los ciudadanos más dependientes del Estado.
Del mismo modo, Maduro está usando la miseria económica para extinguir lo poco que queda del sector privado en Venezuela y expandir el control estatal. Ya expandió el control estatal de la distribución de los alimentos al entregar “carnets de la patria”, que se reparten principalmente entre leales al régimen. Decretó un aumento del 3000 por ciento a los salarios mínimos, que resulta insuficiente para permitir a los trabajadores ajustarse a la hiperinflación, pero que es imposible de costear para los pequeños empleadores y empresarios, que ya están en apuros económicos debido a la recesión, los controles de precios, la falta de dólares y los continuos apagones. Desde que se anunció el paquete rojo, las autoridades han detenido a 131 personas acusadas de sabotaje, principalmente a gerentes de cadenas minoristas. Hoy, la industria privada de Venezuela opera al diez por ciento de la capacidadque tenía hace veinte años, cuando esta revolución comenzó. Hasta los restaurantes McDonald’s están cerrando.
No obstante, el modelo de Maduro tampoco es una réplica exacta de la Ofensiva de Fidel. Maduro todavía permite que algunos actores privados amasen riquezas, aun cuando lo hacen a través de actividades ilícitas o consiguiendo acceso al dólar barato que el gobierno siempre está dispuesto a ofrecer, legalmente, a sus compinches.
Además, existen elementos innatos que hacen que la revolución de Maduro sea más idiosincrásica que imitadora. Tal vez el elemento más idiosincrásico es el colapso del sector petrolero en manos del Estado. Las exportaciones de petróleo constituyen la única fuente de dólares de la revolución, aparte del endeudamiento. No obstante, la industria petrolera venezolana ha venido sufriendo un declive crónico en la productividad durante los últimos quince años. Con Maduro, dicho declive se aceleró. A pesar de la recuperación en el precio del petróleo a partir de 2016, la producción de Venezuela se ha estrellado y ha disminuido en más del 40 por ciento en dos años. La mayoría del resto de los productores importantes de petróleo han expandido su producción o permanecido estables.
Dejar que la única gallina de los huevos de oro de la revolución se derrumbara es una característica que lleva el sello de Maduro. No existe ningún antecedente histórico de una herida autoinfligida tan mortal como esta, ni en la Rusia soviética ni en la Cuba comunista ni en ningún petro-Estado en paz y abierto al comercio.

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Fidel Castro se dirige a los cubanos en 1970, después del inicio de la gran zafra de los diez millones de azúcar.CreditPrensa Latina/Reuters

Es difícil argumentar que la negligencia de Maduro hacia su joya de la corona es intencional, debido a que su víctima más directa es él mismo. Esta negligencia sugiere que el gobierno de Maduro también es inepto.
Los analistas debaten si la debacle económica del país es resultado de la premeditación o la incompetencia. En muchos sentidos, este es un falso debate. Se debe a ambas cosas. El extremismo produce y necesita caos, y el caos a su vez aumenta las posibilidades de errores garrafales por parte del Estado.
Tan graves son los errores de Maduro en materia petrolera que le ha tocado a gente de su propio partido político tomar cartas en el asunto. La Asamblea Nacional Constituyente —electa ilegítimamente en 2017 y compuesta exclusivamente de maduristas— está considerando tomar medidas correctivas en el sector petrolero para permitir una mayor apertura petrolera. Pero mientras debaten, el ejecutivo sigue sin actuar para revertir el derrumbe petrolero.
En circunstancias normales, el caos económico socava a cualquier gobierno. Todavía puede poner en riesgo al régimen de Maduro en la medida que se propague el descontento, no ya entre los opositores, sino en las filas de su gobierno. Ya sabemos, por evidencia indirecta pero inequívoca, que el malestar dentro del gobierno crece: este año Maduro ha aumentado la represión hacia el ejército y a exfuncionarios gubernamentales.

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En agosto de 2018, una mujer pasa por una tienda cerrada con un grafiti en contra del gobierno de Maduro.CreditMeridith Kohut para The New York Times

Pese a estos riesgos, Maduro se ha inclinado por el caos y no por la recuperación, porque cuando el caos alcanza proporciones inhumanas, como ha sucedido en Venezuela desde 2015, es más probable que diezme a la oposición que al gobierno. Y si el gobierno aplica la represión con eficacia, en especial dentro de sus filas, tiene una posibilidad de sobrevivir mientras sus enemigos —dentro y fuera de la revolución— languidecen por miseria o huyen del país.
El caos, ya sea intencional o accidental, puede ser funcional para los Estados extremistas. Por tal motivo, no deberíamos contar con que el gobierno extremista de Maduro haga algo mínimamente prometedor para detener el descenso de Venezuela al infierno.