Carta Pública y abierta de Mons. Mario Moronta,
Obispo de San Cristóbal al Sr. Nicolás Maduro Moros
CARTA PUBLICA Y ABIERTA
San Cristóbal, 17 de febrero del año 2019.
SR. NICOLAS MADURO MOROS
Miraflores.
Con mi respetuoso saludo.
Tengo a bien escribirle la presente misiva en mi
condición de ciudadano venezolano, cristiano católico y pastor de la Iglesia al
servicio del Pueblo. Lo hago en pleno uso de mis capacidades y en conciencia
delante de Dios, con la libertad que me da el Evangelio de Jesucristo, del cual
nunca me he avergonzado.
Hace algunos días, atendiendo una fraterna
invitación de los Obispos de Ecuador, me pude reunir con ellos en Riobamba.
Pocos días antes, había tenido la ocasión de encontrarme con numerosos hermanos
venezolanos que han emigrado al hermano país de Ecuador en búsqueda de mejores
condiciones de vida.
En Riobamba, se halla el hermoso monte nevado de El
Chimborazo, que inspiró un hermoso poema escrito por el Libertador Simón Bolívar,
bien conocido como “MI DELIRIO SOBRE EL CHIMBORAZO”. Le transcribo un trozo
importante del mencionado poema y muy diciente para los tiempos que hoy vivimos
en Venezuela: “OBSERVA, APRENDE, CONSERVA EN TU MENTE LO QUE HAS VISTO, DIBUJA
A LOS OJOS DE TUS SEMEJANTES EL CUADRO DEL UNIVERSO MORAL; NO ESCONDAS LOS
SECRETOS QUE EL CIELO TE HA REVELADO: DI LA VERDAD A LOS HOMBRES”.
Motivado por este pensamiento del Libertador, hoy
le escribo y hablo con la verdad en la mano, la misma Verdad que nos hace libres,
según nos enseña el Evangelio de San Juan (Jn 8,32), pues ”para ser libres nos
liberó Cristo” (Gal 5,1). Es necesario enfatizar que debemos entendernos con la
verdad verdadera, no la que se inventa o la que se quiere mostrar sin serla.
No es ningún secreto que hoy atravesamos la más
grave crisis política, económica, social y moral que azota al país. Negarlo es
querer tapar el sol con un dedo o demostrar que se está encerrado en una cúpula
de cristal. Sé que le disgusta a Usted y sus seguidores que se le hable de
“crisis o emergencia humanitaria” Pero ¿cómo caracterizar la situación que
golpea a la inmensa mayoría de nuestros hermanos? No se puede negar el
deterioro de la calidad de vida de los venezolanos.
Hay hambre: muchas familias no comen lo necesario
para poder alimentarse. Ha crecido la pobreza crítica y los índices de
desnutrición son altísimos. Me imagino que a Usted eso no se lo informan.
Asimismo, la salud se ve desguarnecida en todos los sentidos, desde la atención
hospitalaria hasta la consecución de medicamentos. Hay muchos que están
sufriendo por la falta de atención (es el caso de los enfermos renales por
falta de diálisis y el de los enfermos oncológicos por no ser debidamente
atendidos).
Podríamos hacer mención de muchas otras calamidades
que están golpeando a la mayoría de los venezolanos. Es fácil negarlo, y
contraatacar con insultos, menosprecios y amenazas. Usted apela a cada rato que
la causa es la “guerra económica”: es verdad, existe una “guerra económica”
pero no contra el Gobierno ni las instituciones del Estado, sino contra el
pueblo: la guerra de la corrupción que ha enriquecido a muchos que se denominan
dirigentes y servidores de la nación; la del saqueo del así denominado “arco
minero” que, amén de destruir la “Casa común de la Creación”, ha permitido que
no pocos se llenen de las ganancias de la minería ilegal; la del olvido de las
atenciones que hay que dársele al pueblo. Todo esto tiene sus consecuencias en
el deterioro de la calidad de vida de muchísimos hermanos nuestros.
Yo me imagino que nunca le habrán señalado cómo en
nuestra región tachirense se siguen aumentando las colas para adquirir la
gasolina (hasta 48 horas se necesita para “tanquear” un vehículo). El contrabando
de combustible es escandaloso y casi “irreversible”, porque quienes tienen la
misión de velar por la protección del pueblo o se hacen de la vista gorda o,
sencillamente, tienen parte en el negocio.
Sería bueno que el SEBIN, en vez de andar
persiguiendo a quienes piensan diferente al Gobierno, se dedicaran a hacer
labores de auténtica inteligencia: así podrían descubrir la presencia de grupos
irregulares en el país, particularmente en nuestra región tachirense; de seguro
descubrirían los “negociados” de muchos dirigentes y autoridades, así como de
civiles, en torno a lo que es el contrabando de gasolina y otros insumos
necesarios; además, si trabajaran como debe ser, podrían conseguir a los
responsables y miembros de las mafias que trafican con personas y llevan a
muchos jóvenes y adolescentes venezolanos a la prostitución en otros países,
como si se tratara de una mercancía apetitosa.
De verdad, ¿por qué el SEBIN no realiza una
auténtica labor de inteligencia y contra inteligencia en nuestra región y en el
país para detectar los males que golpean al pueblo y a sus responsables? Creo
que se conseguirían con grandes sorpresas.
Debo decirle la verdad, como lo sugirió Bolívar en
su poema desde El Chimborazo. La gente del pueblo está cansada, porque sigue siendo
menospreciada. Hay represión de diverso tipo. Aunque no guste, la inmensa
mayoría del pueblo, sufre una crisis de carácter humanitario. Se lo puedo
atestiguar. No soy de los que está encerrado en oficinas, sino que camino por
las comunidades, me encuentro con todos sin distinción.
No ando rodeado de escoltas que portan armamento
sofisticado para proteger al estado. Mi única escolta es la gente con la cual
comparto y mi única arma la Cruz de Cristo. Y en todos los sitios donde voy,
hablo, escucho y comparto. Ustedes hace mucho tiempo que no caminan libremente
por en medio de la gente. ¿Por qué será? No hay que tenerle miedo al pueblo si
de verdad uno forma parte de él.
Usted habla de diálogo. Siempre he sido defensor
del diálogo, que requiere del encuentro, del reconocimiento del otro y de la
corresponsabilidad en los acuerdos y soluciones que se presenten.
Usted ha acudido nuevamente al Papa para que se
garantice el diálogo. Además de no haberse cumplido con anteriores acuerdos,
según lo indicaba el Cardenal Pietro Parolin en la misiva del 2 de diciembre
del 2016, no vemos disposición para el autentico diálogo. Y no me refiero al
del entablado o al que se quiere volver intentar, con las élites políticas del
oficialismo y de la oposición. Hace muchos años hay un protagonista necesario
del diálogo que ha quedado por fuera. Para que haya diálogo verdadero, hay que
escuchar de verdad, con sinceridad, al mismo pueblo. Y eso ni se ha dado ni
parece darse.
Si Usted escuchara al pueblo y su clamor, de verdad,
se podrían dar pasos que podrían abrir las puertas para resolver la crisis, sin
conflicto, sin violencia y sin derramamiento de sangre. Hay muchas cosas que el
mismo pueblo ha venido diciendo. Lástima que haya habido oídos sordos para eso.
Entre las muchas cosas que pide el pueblo hay tres
que quiero destacarle para que entienda cómo sí se podría dar una solución a
los problemas de nosotros los venezolanos. Siempre he sido consciente de que
nosotros mismos podemos dar respuestas a nuestras dificultades e interrogantes.
Entre esas cosas menciono las siguientes:
1) El pueblo le pide que escuche el clamor que
proviene de sus sufrimientos, por el hambre, por la falta de medicamentos, por
la hiperinflación, etc. Atrévase a escuchar a ese pueblo que quiere ser tratado
con dignidad y justicia, pero en paz y sin revanchismos. Si Usted lo escuchara,
podría sensibilizarse y así permitir que quienes quieren ofrecer una ayuda
humanitaria, lo realicen: es el bien del pueblo, no el de un grupito lo que de
verdad interesa.
Pedir y recibir la ayuda de ese tipo no es ninguna
traición a la patria; sino un deber moral a favor de la dignidad de las
personas que no tienen medicamentos, alimentos y otros insumos necesarios.
Atrévase a oír al pueblo venezolano. No impida la ayuda que podemos darnos
entre nosotros y la que se pueda recibir de otros países e instituciones
internacionales.
No diga que no es necesario. Fíjese en algo
delicado: a muchos sacerdotes y laicos, instituciones de esta región acuden
silenciosamente un sinnúmero de oficiales de las Fuerzas Armadas, de los altos
puestos del Gobierno, para que les podamos conseguir, en Cúcuta, medicinas para
ellos o sus familiares, alimentos, etc. Ciertamente que no se lo dicen por
miedo. Pero eso es verdad.
2) El pueblo le pide respeto a su condición, a su
dignidad y a sus derechos. Es lamentable que numerosos hermanos nuestros deban
emigrar del país para tratar de conseguir una mejor calidad de vida o cómo
sostener a sus familias. Nuestra nación es rica y puede ser capaz de crear
condiciones de vida que permitan a los ciudadanos ser gente honesta,
progresista y constructora de futuro.
Pero está siendo expoliada por quienes explotan
irracional e inhumanamente las minas y otros rubros de la economía del país.
Atrévase a mirarle los ojos a nuestros niños, a los adolescentes y a los
ancianos, a los jóvenes y adultos: y descubrirá que se sienten abandonados,
maltratados…
Es hora de pensar en que la gente tiene dignidad y
que ésta no le viene por pertenecer a un partido o por creer en una ideología,
o porque recibe una bolsa de comida de vez en cuando… sino porque somos hijos
de Dios. Y en este campo, todos somos iguales, llamados a la libertad y a la
práctica de la caridad.
3) Debe escuchar al pueblo que está pidiéndole un
cambio de orientación política. Le está pidiendo que se dé la posibilidad de
una nueva dirección ¿Por qué no se arriesga a convocar a unas elecciones libres,
con un nuevo CNE (constituido por representantes de todos los partidos
políticos y por instituciones nacionales que tienen que ver con la academia, la
economía, los obreros) y con la posibilidad de otros candidatos? Abra la puerta
y póngase a un lado. La inmensa mayoría de los venezolanos está pidiendo que ya
no siga al frente del Poder Ejecutivo.
Es bueno recordar, al haber celebrado este 15 de
febrero pasado 200 años del Congreso de Angostura, lo dicho por Simón Bolívar
en su discurso:“El sistema de gobierno más perfecto es aquél que produce mayor
suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de
estabilidad política” .
En estos momentos, nuestro pueblo carece de felicidad, tiene hambre y carece de estabilidad política. Arriésguese, y la historia será mucho más benigna con Usted.
Le hablo con la verdad en la mano. Lo dije al
inicio. Lo hago sin ningún interés político ni económico. Lo hago desde mi
pertenencia a un pueblo del cual me siento orgulloso en pertenecer. Sé que no le
resultará cómodo lo que le he dicho. Lo hago con respeto, pero con la certeza
de que estoy cumpliendo un deber. Ya el pueblo está cansado.
El Papa Francisco nos ha invitado a evitar un
derramamiento de sangre. Ello depende de Usted en gran parte. ¿Por qué quiere
asustar al pueblo con tantas alcabalas en las carreteras?
¿Por qué en el eje fronterizo se han colocado
tantos piquetes de militares para “impedir” la entrada de ayuda humanitaria?
¿Es que acaso esos militares no son pueblo? Ellos están para defender a los
hombres y mujeres de Venezuela y no para reprimirlos. ¿Sus asesores e
informantes no le han dicho que la gente está resteada?
Evite el derramamiento de sangre; deje a un lado la
persecución a los disidentes; escuche y sienta el padecimiento de un pueblo que
quiere libertad y justicia, pero con dignidad y sin opresión. Usted suele
hablar de las influencias del “imperio”. Soy de los que creo que debemos
reafirmar continuamente nuestra independencia y autonomía.
Pero eso es válido también para aquellos países que
quieren imponer en Venezuela una ideología que rompe con la integración
latinoamericana, desvaloriza a la persona humana y destruye la grandeza de una
sociedad. No nos sigan hablando del “mar de la felicidad” cuando estamos en
medio de un océano de inquietudes, desesperanzas y destrucción.
Como le dije, es probable que el tenor de esta
misiva no sea de su agrado. He hablado con la verdad y el corazón; también con
respeto. Sí le pediría dos cosas: una es que le indique a sus seguidores que
cuando critiquen o manifiesten sus desacuerdos con lo que le he dicho ni
ofendan ni descalifiquen.
Podemos estar en desacuerdo, y lo estamos; pero
merecemos el respeto. Se ha hecho común defenderse con insultos y burlas y lo
entiendo pues “de la abundancia del corazón habla la boca” como nos dijo el
Maestro de Nazaret.
Lo segundo: Yo soy responsable de todo lo que he
dicho. Así que no se tomen represalias, ni persecuciones, ni nada que atente
contra la seguridad física, psíquica e integral de mi familia, de mis amigos
allegados, de los sacerdotes ni de las comunidades que sirvo como pastor de la
Iglesia.
Espero poder seguir caminando libremente por las
calles y caminos del Táchira y de Venezuela sin persecuciones. En todo caso,
cualquier cosa que le acontezca a los mencionados y a mi persona será
responsabilidad de quienes den la orden y de quien debe ser capaz de velar por
la integridad de todos.
Aunque Usted no lo crea: le ofrezco una oración
para que el Dios de la Vida, manifestado en Jesús de Nazaret, le dé la
sabiduría y la luz del Espíritu para que tome la decisión más conveniente para
Usted y para todo el pueblo venezolano. Ya se lo hemos señalado. Dé el paso.
Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.
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