*Carta a López Obrador sobre aztecas y entrañas humanas.*
El Mundo. 25/08/2021
El presidente de México se refirió con desdén a la idea
que el historiador argentino Marcelo Gullo expresó en ELMUNDO el 23 de julio:
España liberó América de los aztecas. Ésta es la razón histórica:
Estimado señor presidente de la República de México don
Andrés Manuel López Obrador. El pasado 13 de agosto, en ocasión de cumplirse el
500 aniversario de la liberación -para usted caída- de Tenochtitlán citó
textualmente, sin nombrarme, un párrafo de la entrevista que el diario ELMUNDO
tuvo a bien realizarme el viernes 23 de julio a raíz de la publicación en
España de mi libro Madre Patria. Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé
de las Casas hasta el separatismo catalán.
En su discurso usted afirmó: «Hay asuntos que deben
aclararse en la medida de lo posible. Por ejemplo, hace unos días un escritor
pro-monárquico de nuestro continente afirmaba que España no conquistó a
América, sino que España liberó a América, pues Hernán Cortés, cito
textualmente, 'aglutinó a 110 naciones mexicanas que vivían oprimidas por la
tiranía antropófaga de los aztecas y que lucharon con él'». Usted también me
acusó sin ningún tipo de pruebas -y sin haberse tomado siquiera la molestia de
ojear mis antecedentes académicos o de recabar información sobre mi trayectoria
política antimperialista- de ser un representante del pensamiento colonialista.
Coincidiendo con su apreciación de que hay asuntos que
deben aclararse quisiera recordarle que, como afirma el arqueólogo mexicano
Alfonso Caso, quien fuera rector de la Universidad Nacional Autónoma de México,
«el sacrificio humano era esencial en la religión azteca». Es por ese motivo
que en 1487, para festejar la finalización de la construcción del gran templo
de Tenochtitlán -del cual usted, el pasado 13 de agosto, inauguró una maqueta
monumental- las víctimas del sacrificio formaban cuatro filas que se
extendieron a lo largo de la calzada que unían las islas de Tenochtitlán. Se
calcula que en esos cuatro días de festejo los aztecas asesinaron entre 20.000
y 24.000 personas.
Sin embargo Williams Prescott, poco sospechoso de
hispanismo, da una cifra más escalofriante. «Cuando en 1486 se dedicó el gran
templo de México a Huitzilopochtli, los sacrificios duraron varios días y
perecieron 70.000 víctimas». Juan Zorrilla de San Martín en su libro Historia
de América relata que «cuando llevaban los niños a matar, si lloraban y echaban
lágrimas, más alegrábanse los que los llevaban porque tomaban pronósticos que
habían de tener muchas aguas en aquel año».
«El número de las víctimas sacrificadas por año», tiene
que reconocer Prescott, uno de los historiadores más críticos de la conquista
española y uno de los más fervientes defensores de la civilización azteca, «era
inmenso. Casi ningún autor lo computa en menos de 20.000 cada año, y aún hay alguno
que lo hace subir hasta 150.000». Marvin Harris en su famosa obra Caníbales y
reyes relata: «Los prisioneros de guerra, que ascendían por los escalones de
las pirámides, [...] eran cogidos por cuatro sacerdotes, extendidos boca arriba
sobre el altar de piedra y abiertos de un lado a otro del pecho con un
cuchillo... Después, el corazón de la víctima -generalmente descripto como
todavía palpitante- era arrancado... El cuerpo bajaba rodando los escalones de
la pirámide...».
¿Dónde eran llevados los cuerpos de los cientos de seres
humanos a los cuales, en lo alto de las pirámides, se les había arrancado el
corazón? ¿Qué pasaba luego con el cuerpo de la víctima? ¿Qué destino tenían los
cuerpos que día a día eran sacrificados a los dioses? Al respecto, Michael
Hamer que, ha analizado esta cuestión con más inteligencia y denuedo que el
resto de los especialistas, afirma que «en realidad no existe ningún misterio
con respecto a lo que ocurría con los cadáveres, ya que todos los relatos de
los testigos oculares coinciden en líneas generales: Ias víctimas eran
comidas».
Los numerosos trabajos científicos -tesis doctorales,
libros publicados por prestigiosos académicos de fama mundial- con los que
contamos hoy, no dejan lugar a dudas de que en Mesoamérica había una nación
opresora, la azteca, y cientos de naciones oprimidas, a las cuales los aztecas
no solo le arrebataban sus materias primas -tal y como han hecho todos los
imperialismos a lo largo de la historia- sino que les arrebataban a sus hijos,
a sus hermanos... para sacrificarlos en sus templos y luego, repartir los
cuerpos descuartizados de las víctimas en sus carnicerías, como si fuesen
chuletas de cerdo o muslos de pollo para que esos seres humanos descuartizados,
sirvieran de sustancioso alimento, a la población azteca.
La nobleza se reservaba los muslos y las entrañas se
dejaban al populacho. Las evidencias científicas con las que contamos hoy, no
dejan lugar a dudas al respecto. Era tal la cantidad de sacrificios humanos que
realizaban los aztecas de miembros de los pueblos por ellos esclavizados que
con las calaveras construían las paredes de sus edificios y templos.
Es por eso que, el 13 de agosto de 1521, los pueblos
indios de Mesoamérica oprimidos por los aztecas festejaron la caída de
Tenochtitlan. Como usted, señor presidente, tuvo que reconocer en su discurso,
a regañadientes y entre líneas, es materialmente imposible pensar que, con
apenas 300 hombres, cuatro arcabuces viejos y algunos caballos, Hernán Cortés
pudiera derrotar al ejército de Moctezuma integrado por 300.000 soldados
disciplinados y valientes. Hubiese sido imposible, aunque los 300 españoles
hubiesen tenido fusiles automáticos como los que hoy usa el Ejército español.
Miles de indios de las naciones oprimidas lucharon, junto
a Cortés, contra los aztecas. Por eso, su compatriota José Vasconcelos afirma
que «la conquista la hicieron los indios».
¿Y que aconteció después de la conquista, después de esas
primeras horas de sangre, dolor y muerte? Todo lo contrario de lo que usted
afirma. España fundió su sangre con la de los vencidos y con la de los
liberados. Y recordemos que, fueron más los liberados que los vencidos. México
se llenó de hospitales, colegios bilingües y universidades. España envió a
América a sus mejores profesores y la mejor educación fue dirigida hacia los
indios y los mestizos. Permítame recordarle, señor presidente, que tan
respetuosos fueron los libertadores españoles -perdón: los conquistadores- de
la cultura de los mal llamados pueblos originarios que en 1571 se editó en
México el primer libro de gramática de lengua nahualt, es decir 15 años antes
de que en Gran Bretaña se publicara el primer libro de gramática de lengua
inglesa. Todos los datos demuestran que, al momento de su independencia de
España, México era mucho más rico y poderoso que los Estados Unidos.
Perdóneme usted, señor presidente, que me vaya un poco
por las ramas, pero quisiera sugerirle, con todo respeto, que el próximo 2 de
febrero, cuando se cumpla un nuevo aniversario del ignominioso tratado de Guadalupe
Hidalgo -por el cual los Estados Unidos arrebataron a México 2.378.539
kilómetros cuadrados de su territorio- usted realice un gran acto como el que
organizó para el 13 de agosto. Que para realzar el mismo, invite al presidente
de los Estados Unidos Joseph Biden y en un gran discurso, cuando esté ante el
presidente estadounidense, le exija que pida perdón al pueblo mexicano por
haberle robado Texas, California, Nuevo México, Nevada, Utah, Colorado y
Arizona, tierras que fueron indiscutiblemente parte de México.
Por último estimado presidente quisiera contarle que,
como desde niño siempre me he sentido ligado sentimentalmente a los pueblos
oprimidos -quizás por haber nacido en un hogar humilde de la ciudad de Rosario
en la República Argentina-, si pudiese viajar en el túnel del tiempo, una y mil
veces, me sumaría a los apenas 300 soldados de Hernán Cortés que, con el coraje
más grande que conoce la Historia, liberaron a los indios de México del
imperialismo antropófago de los aztecas.
MARCELO GULLO. Buenos Aires. 25/08/2021
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