UNA POSICIÓN RACIONAL
FRENTE AL TOTALITARISMO. I
POR JOSÉ GREGORIO CONTRERAS
El profesor de ciencia política,
Juan J. Linz enseña que: “Lo que distingue a un régimen como democrático no es
tanto la oportunidad incondicional para expresar opiniones, sino la oportunidad
legal e igual para todos de expresar todas las opiniones y la protección del
Estado contra arbitrariedades, especialmente la interferencia violenta contra
ese derecho. Nuestra definición de democracia no abarca regímenes que pueden
haber recibido el apoyo de una mayoría pero no han sido capaces de presentarse
ante la sociedad para que esta lo revalidara”.
Sin duda alguna, constituye ello,
una referencia imprescindible, la brújula y la carta de navegación para saber
si navegamos por aguas democráticas; aunque debo decir que, cuando se analizan
en profundidad los elementos que el connotado maestro Linz plantea como
requerimientos del concepto de democracia, para comprender lo que ocurre en
Venezuela, concluimos reafirmando la idea de que la fenomenología política
presente en la realidad venezolana no es pasible de explicación por las
categorías de una ciencia política normal, de modo que, consciente de la
ruptura paradigmática impuesta por esta realidad, suelo decir, a mis estudiantes
del doctorado de ciencia política en la Universidad Central, que el mejor
doctorado en este ámbito académico se hace actualmente en Venezuela.
Sin ánimos de contradecir al
connotado maestro Linz sino de complementar su andamiaje conceptual, debo enfatizar
que esta categorización que él realiza, en términos de las exigencias con las
que debe cumplir un régimen para ser considerado democrático, en Venezuela
presenta problemas de rendimiento teórico, se quedó corta y por tanto
insuficiente para explicar un fenómeno político de mayor complejidad que los
estudiados por el maestro para arribar a sus conclusiones y formular sus
constructos.
Nadie negará que en Venezuela se
celebran eventos electorales, pero entre nosotros la discusión no reside en ese
hecho. Discutimos, fundados también en marcos conceptuales y en la ética que el
Estado venezolano propugna en la Constitución, la imposibilidad de llamar
elecciones, en los órdenes político y axiológico, a estos eventos que se
presentan violentos, amañados en todas sus etapas y en los que no hay verdadera
competencia; digamos que más allá del modelo conceptual empleado por Linz, el
régimen asumiéndose democrático y pretendiendo tal reconocimiento, se presenta
a esos eventos para imponerse a sus adversarios, con “elecciones” que tienen
los vicios señalados, en las que no existen garantías legales y políticas para
proponer alternativas con derechos concomitantes de libertad de asociación,
libertad de expresión, garantías electorales y mucho menos transparencia y neutralidad
del ente electoral.
Todo ello sin mencionar las
grandes erogaciones que se realizan para inducir divisiones que, junto a todos
los demás recursos empleados, encuentran el terreno fértil para falsas
victorias en la falta de honestidad y en el deshonor de “verdaderos pranes partidistas”
y experimentados oportunistas que ven zafras donde los demás incautos solo ven
elecciones. Lo ocurrido en Barinas, sin desmeritar el heroico esfuerzo del
pueblo barines, luce paradigmático y también emblemático para explicar todos
los tópicos de un manual que existe y se usa, pero que nadie ha tenido el valor
de reconocer y menos publicar.
Nadie podrá negar la violación de
derechos y garantías políticas en Venezuela, materializadas en la exclusión de
partidos políticos: impidiéndose su legalización; mediante nuevas y
convenientes reglamentaciones o mediante la judicialización de conflictos
internos verdaderos o inducidos por quienes han premeditado sus desenlaces. Y
materializadas también a través del perverso método de las inhabilitaciones
políticas de candidatos dirigidas contra aquellos adversarios del régimen con
altas probabilidades de obtener el triunfo.
Lo cierto es que los elementos
que integran el cuadro descrito con anterioridad, no obstante la ocurrencia
periódica de las llamadas “elecciones”, son indicadores inequívocos e
indiscutibles de que nos encontramos frente a un régimen totalitario que hasta
a la fecha se ha asumido de izquierda.
(Digamos, entre estos paréntesis,
que no se sabe si en la actualidad, por imitación y/o conveniencia, esté el
mismo acariciando la idea de asumir públicamente su tránsito hacia un
totalitarismo de capitalismo salvaje y oligárquico, lo cual sería un verdadero
gesto de sinceridad que lo develará como lo que en realidad es: un régimen
totalitario de extrema derecha, valga decir, el fascismo que hoy nadie duda en
atribuir a Putin, pues también existe una derecha honesta, emprendedora, seria
y responsable, de la cual este régimen está a años luz).
Ahora bien, en cualquier caso,
resulta pertinente recuperar para estas líneas lo que sobre esos regímenes
totalitarios dice Linz: “Ningún sistema que pueda ser llamado totalitario, en
el sentido propio de la palabra, se ha venido abajo por causas internas,
incluso aquellos sistemas que han experimentado transiciones suficientes como
para ser descritos como regímenes autoritarios postotalitarios”. Y agrega algo
más: “El sistema nazi e incluso la dominación fascista en Italia -que puede considerarse como un totalitarismo
que no llegó a realizarse plenamente- fueron derrotados solo por la derrota
militar por los aliados”.
Teniendo claro el consejo de Linz
acerca del totalitarismo y el panorama de la complejidad política venezolana,
que exige ir más allá de ciertas categorías comprensivas que se muestran
deficitarias ante ella o que no tienen la capacidad para explicar la realidad
de un totalitarismo que intenta encubrirse haciendo mal uso de instituciones de
la democracia, luce nuestro país como un excelente lugar para ampliar
horizontes y romper con la rigidez y formalidad de estas categorías que impiden
identificar la verdadera naturaleza del fenómeno observado y eventualmente
llamar las cosas por su nombre.
Es en este sentido que veo a
Venezuela como uno de los mejores lugares del mundo para hacer doctorados en
ciencia política. Tanto en el ámbito teórico como en el de la praxis política,
el hibrido de un totalitarismo que se sustenta (mas no se legitima) en
instituciones de la democracia, nos emplaza a repensar estos conceptos, a
superarnos en ingenio y creatividad, sin dejar de ser realistas en el campo de
la política y menos sin perder la valentía para disentir con un considerable
número de “demócratas” dialogantes y cooperantes, propensos y proactivos para
participar en toda ZAFRA ELECTORAL propuesta por sus operadores políticos,
mejor dicho tontos útiles que han claudicado para preservar el privilegio de
seguir bebiendo Whisky y viviendo vidas que no pueden pagar.
También he considerado y aquí lo
voy a reiterar, que el hecho de estar en un contexto distinto y además ante
distintas formas de proceder no impide que la visión totalitaria siga siendo la
misma. Los totalitarismos, cualquiera que sea las formas (o las apariencias
democráticas) que adopten, cuentan con fórmulas históricamente probadas para
permanecer en el poder y los hombres y mujeres que los sostienen no pueden
dejar de emplearlas porque esas fórmulas se corresponden con su naturaleza y
vocación totalitaria y porque estos no tienen el menor interés en que pase algo
que les impida seguir ejerciéndolo. Siempre habrá una excusa para justificar
esa permanencia en el poder y en la actualidad la novedad es que estos
regímenes de fuerza recurren a seudo elecciones para intentar legitimarse en un
mundo que saben globalizado, postnacional e interdependiente, sin autarquías ni
soberanías absolutas e incluso con tendencias a la desestatalización. Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario